Stefano Petrella, neuropediatra de la FETB en el CDIAP de Gràcia
Las bases de la salud mental se asientan en la infancia, y dentro de esta época el período más sensible son los primeros años de vida, cuando se construye el vínculo entre el infante y sus padres, madres o cuidadores que determinará la calidad de los cuidados y de las relaciones, lo que viene a ser la crianza.
Es por esto que el vínculo y la crianza van íntimamente ligados con el desarrollo neuro-psico-emocional y afectivo de cada niño y niña, y con la salud mental de una sociedad.
Estamos asistiendo, en crianza, a un boom de mensajes impulsados por las redes sociales, que están suplantando figuras de referencia reales, y donde antes había abuelos/as u otros referentes dentro de la familia, ahora cada vez más hay Instagram, tiktok, cursos online.
De los mensajes que pasan más hoy día está el concepto de parentalidad positiva. Como todos los mensajes que se impulsan a través de redes sociales y de personas no expertas, el riesgo es transmitir ideas equivocadas, en este caso sobre algo tan importante y delicado. Todo ello está teniendo repercusiones en la manera de criar y relacionarse con sus hijos e hijas en muchas familias.
Hay una confusión importante entre le idea de la parentalidad positiva, es decir una autoridad responsable y legitimada desde la presencia y la disponibilidad que respete al niño o niña como persona y como ser activo y protagonista de su propio crecimiento, y una idea de parentalidad que rehúye los límites, los pequeños conflictos y frustraciones que la crianza con sus retos supone en el día a día, subestima la importancia de crear entornos de socialización, de relaciones significativas, y niega la importancia y hasta la existencia de todo lo negativo en el sentido de difícil, conflictivo, doloroso.
Criar niños y niñas sanos también es tolerar la frustración de no saber por qué el bebé llora desconsolado y, aun así, tener la paciencia de buscar qué le está molestando y calmarle desde la presencia antes de “enchufarle” un chupete o un biberón; es contenerse y aguantarse cuando un lactante de 9 meses está tratando de pasar de una posición a otra, para dejarle su espacio de experimentación; es sentarse con él/ella a jugar cada día después de una jornada de trabajo, en vez de mirar el móvil y ponerle un dibujo; es aguantar sus caprichos sin perder los papeles ni ir a la solución fácil, que es darle siempre lo que quiere; dedicar tiempo y energía a hacerle entender que lo que está pidiendo no toca, aunque lo pida cada día con insistencia.
Todo esto hoy puede ser difícil en el marco de una sociedad que fomenta ritmos acelerados, la gratificación inmediata y el aislamiento social, a expensas de la satisfacción profunda y duradera que brinda la construcción, día tras día, de una parentalidad plena dentro de un vínculo estable, coherente, seguro.
Para prevenir problemas de salud mental en nuestra población es fundamental ayudar a las familias a cuestionar los mensajes dominantes en las redes, a entender las necesidades reales de los niños y niñas en cada edad, las bases del desarrollo humano, y a comprender la complejidad e importancia de su función más allá de los mensajes que reciben de forma indiscriminada y simplificada en las redes.
Bibliografía:
*Recomendación Rec (2006), sobre Políticas de Apoyo al Ejercicio Positivo de la Parentalidad. La parentalidad positiva se refiere «al comportamiento de los padres fundamentado en el interés superior del niño, que cuida, desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece reconocimiento y orientación que incluyen el establecimiento de límites que permitan el pleno desarrollo del niño». Según ésta, el objetivo de la tarea de ser padres es el de promover relaciones positivas entre padres e hijos, fundadas en el ejercicio de la responsabilidad parental, para garantizar los derechos del menor en el seno de la familia y optimizar el desarrollo potencial del menor y su bienestar.
*https://www.sanidad.gob.es/ssi/familiasInfancia/docs/folletoParentalidad.pdf
