INTERVENCIONES PSICOLÓGICAS Y TRATAMIENTOS PSICOTERAPÉUTICOS
Por Berta Requejo, psicóloga de la FETB en el CDIAP (Centro de Desarrollo Infantil) de Gràcia
Vivimos un momento en el que cuesta hablar de sentimientos dolorosos, de sufrimiento. En las redes sociales y en la vida social hay tendencia a compartir sólo lo positivo: el disfrute, el placer, a buscar estados muy idealizados de bienestar. Además, el ritmo de vida acelerado, la falta de red familiar de apoyo y la compaginación de múltiples tareas y aspectos de la vida de las familias (trabajo, crianza, personas dependientes, ocio…) puede hacer difícil detenerse y observar la necesidad de atención cuando las cosas no están funcionando lo suficientemente bien.
De forma muy general, la depresión comporta un estado de desánimo y/o disminución de la capacidad para el disfrute, más o menos intensa, que puede producir un persistente malestar y que dificulta soportar la vida cotidiana.
Los propios síntomas de la depresión, a menudo asociada a sentimientos de desesperanza, falta de sentido, pérdida de energía y de capacidad para tomar decisiones, sentimientos de culpa o autorreproche, pueden hacer aún más difícil pedir ayuda.
Sin embargo, las personas con depresión se pueden beneficiar mucho de diferentes apoyos profesionales. Entre otros, intervenciones psicológicas o tratamientos psicoterapéuticos. Detrás de los síntomas depresivos, a menudo existen aspectos de la propia historia, experiencias y/o situaciones vividas que no han podido ser digeridas o integradas. También existen patrones con los que hemos aprendido a funcionar y relacionarnos que producen importantes conflictos e insatisfacciones.
En los orígenes de los síntomas depresivos puede haber distintas causas que influyen tanto en el tipo e intensidad del sufrimiento como en las posibilidades de mejora. Por eso es importante buscar ayuda de profesionales de la Salud Mental, para que éstos puedan hacer una valoración en profundidad y así indicar las posibilidades de tratamiento y los recursos que puedan ser más útiles.
En muchos casos, consultar puede ser una oportunidad de tratarse y producir un cambio que facilite a la persona y su familia no sólo una mejora de los síntomas depresivos que tanto dolor provocan, sino también un crecimiento general y vital.
Esta oportunidad de cambio cobra aún mayor peso en el contexto de la infancia y la adolescencia, cuando los menores están en pleno proceso de desarrollo.
Los menores crecen en el contexto de las relaciones familiares, por lo que los padres son cruciales tanto para detectar este sufrimiento y pedir ayuda, como para participar en el tratamiento y mejora del sufrimiento que viven en casa. Asimismo, hay que tener presente el papel que juega la red (maestros, pediatras, etc.), también necesaria en la detección.
Más aún en los inicios de la vida, en la etapa perinatal y de la primera infancia, cuando todo está en construcción. En ocasiones, los bebés o niños/as pequeños/as pueden dar muestra de procesos depresivos a través de la desregulación del sueño, de la alteración en la alimentación, de la falta de disfrute y juego espontáneo… Podemos encontrarnos con niños/as que están casi siempre irritables, a los que les cuesta mucho consolar, o niños “dormidos o desvitalizados”, poco activos o expresivos. En realidad, en la infancia, y más aún en la infancia temprana, el sufrimiento psicológico se expresa de múltiples formas, pudiendo expresarse en todas las diferentes áreas del desarrollo, con mayor o menor intensidad según el niño/a y el contexto familiar .
A menudo, los síntomas depresivos en el bebé o el niño/a pequeño/a pueden estar asociados a procesos depresivos o a otras dificultades en la familia.
Cuando nace un bebé, nacen también una madre, un padre y/o una pareja de padres. La mujer que gesta y da a luz, vive una serie de cambios biológicos de gran calado, a muchos niveles. Tanto para madres como para padres, es un momento vital de mucha intensidad, que supone una reorganización familiar, de roles y de identidad. Es decir, convertirse en madres o padres implica una crisis vital pero también una oportunidad de crecimiento y creatividad.
Al tratarse de un estado nuevo, de grandes cambios continuos, puede hacer tambalear la estabilidad de las personas, siendo una etapa sensible, vulnerable, donde pueden aparecer depresiones (de forma más frecuente en la mujer y en el postparto, pero también en el hombre, y a lo largo de la crianza).
Los síntomas más frecuentes de la depresión postparto o en la primera infancia de los hijos/as son:
- Estado de ánimo bajo, tristeza o irritabilidad, falta de ganas, poco interés o energía, o cansancio excesivo, de forma frecuente o intensa.
- Sensación continuada de sobrecarga extrema, de no poder más, de no poder con la atención cotidiana del hijo/a.
- Descuido de la propia higiene, alteraciones importantes del sueño (dormir muy poco, o dormir mucho) o de la alimentación (sin apetito o con exceso), de forma marcada.
- Impresión de dificultad para controlar los impulsos, temiendo en algunos momentos dañar al bebé/niño, a uno mismo o a la pareja.
- Sentir indiferencia, que no existe conexión emocional, o rechazo por el hijo/a.
- Casi no hay momentos de disfrute en el cuidado del bebé/niño.
- Sentirse impotente como padre/madre, o sentir al bebé excesivamente difícil, inconsolable, de forma persistente.
- Tener una imagen muy negativa de uno mismo como padre/madre, o sobre su hijo/a, o sobre el vínculo entre ambos
- También puede haber una ansiedad, inquietud o preocupación muy intensos sobre el bienestar del bebé/niño, de forma continuada.
Probablemente, un padre o una madre imaginaba un estado de felicidad y placer compartido cuando esperaba a un hijo/a. El impacto de la realidad cuando se sufren síntomas depresivos puede ser muy grande, gran decepción. De nuevo, la sensación de que debería poder soportar mejor la crianza, o la culpa por no estar suficientemente satisfecho/a con la paternidad o maternidad, pueden suponer una traba para que las personas en esta situación se dejen ayudar por amigos y familiares , o pidan ayuda profesional.
La vida para cualquier persona, para bebés, niños y niñas o madres/padres, puede ser muy bonita y satisfactoria, pero siempre es difícil y llena de conflictos, contradicciones y momentos de crisis. Los niños/as lloran, se enfadan, tienen rabietas intensas, pasan por días tristes y, al crecer, siempre viven ganancias, pero también pérdidas. Los padres se sienten satisfechos, y pueden gozar mucho de sus hijos e hijas y de la crianza, pero siempre e inevitablemente se viven decepciones, días complicados, crisis de pareja, e incluso momentos en los que se pierden los papeles. Todo esto forma parte de la vida, en el mejor de los casos.
Pero cuando se viven sentimientos de tristeza continuados, una dificultad muy grande para disfrutar, para llevar el día a día, cuando el desánimo es intenso, y no se alivia con el paso de los días, cuando los padres sienten una preocupación sostenida por su propio estado o el de su hijo/a, ¿por qué no consultar?
Para salir de la depresión, pedir ayuda puede ser un gran paso hacia adelante
Berta Requejo
Decíamos que vivimos un momento en el que cuesta hablar y convivir con el sufrimiento, pero también en el que cada vez hay mayor sensibilidad hacia la salud mental, y también en relación a la salud mental perinatal. Poco a poco se va normalizando la consulta psicológica como un recurso más de la atención social y sanitaria comunitaria. Aunque todavía puede quedar mucho por hacer, éste es el camino a seguir.
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO CUANDO SEA NECESARIO (PRESCRIPCIÓN RESPONSABLE)
Por Anna Taberner, psiquiatra de la FETB en los CSMIJ (Centros de Salud Mental Infantil y Juvenil) de Sant Andreu y Montcada i Reixac
El tratamiento farmacológico frente a síntomas de cariz depresivo puede ser un elemento más que sume en las diferentes intervenciones terapéuticas. Puede ser propuesto, desde el inicio, cuando la sintomatología es intensa, o más adelante, cuando la evolución no es lo suficientemente favorable a pesar de los diferentes abordajes que se han puesto en marcha.
Es importante, previo a la indicación del fármaco, el trabajo tanto con los padres/tutores como con el propio niño/a o adolescente.
Anna Taberner
Es necesario dar la información suficiente, ajustada en cada caso para que ésta pueda ser entendida. La información incluirá: por qué se prescribe aquel fármaco según su sintomatología y en ese momento de la intervención, cómo puede ser útil para él/ella, funcionamiento del fármaco, efectos secundarios, cómo debe tomarse, objetivos deseables.
Es importante también tener presente la información/experiencia previa que tienen, temores, inquietudes, clarificar mitos falsos… La participación, implicación y compromiso son relevantes en esta decisión de iniciar un tratamiento farmacológico.
En el caso de los antidepresivos, especialmente será importante la regularidad y la constancia en la toma de la medicación. Los antidepresivos utilizados en primera línea en niños/as y adolescentes actualmente suelen actuar a nivel de regular el funcionamiento de la serotonina. La serotonina es un neurotransmisor relacionado, entre otros, con los trastornos del estado de ánimo.
La duración del tratamiento se decidirá según la evolución, pero habitualmente se aconseja un tiempo mínimo de unos 6 meses y unos 3 meses de mantenimiento postestabilidad. Será importante, aparte de los abordajes en curso, realizar un seguimiento psiquiátrico una vez indicado, a menudo complementado con el seguimiento de enfermería.