TodoBlog

JORNADA HOSPITAL MARE DE DÉU DE LA MERCÈ | El director asistencial de la FETB, Luis Díaz, abordó los efectos de la pandemia en la salud mental infantil y juvenil.

Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, el 10 de octubre el psicólogo y director Asistencial de la FETB Lluís Díaz participó en una Jornada organizada por el Hospital Virgen de la Merced. El programa de ponencias, que reunió a numerosos profesionales sanitarios, se centró en la salud mental de niños, adolescentes y jóvenes.

Lluís Díaz, psicólogo del CSMIJ (Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil) de Gràcia, analizó los efectos de la pandemia y confinamiento en la salud mental infantil y juvenil a partir de su experiencia con estos colectivos. A continuación resumimos algunos de los principales puntos de su ponencia.

EFECTOS DE LA PANDEMIA EN LA SALUD MENTAL DE ADOLESCENTES Y JÓVENES

Aislamiento del grupo de referencia, soledad. Uno de los aspectos que más sufrimiento y desazón ha generado en el adolescente es el bloqueo repentino de la relación con los iguales, la prohibición de encontrarse, de conocerse, de “testarse” como adolescente… En algunos casos han visto interrumpido de forma brusca un proceso de socialización que no es baladí, que es imprescindible y necesario para crecer, para madurar, para acumular experiencias. Podemos imaginar cómo ha podido afectar a un adolescente, en plena etapa expansiva, de diferenciación respecto de sus padres, el hecho de tener que convivir 24/7 durante meses… Tensiones, conflictos, internos y externalizados, frustración, así enormes ansiedades claustrofóbicas, el miedo a quedarse atrás, a no evolucionar…

La versión contraria o si queremos complementaria a este elemento ha tenido lugar en chicos y chicas con dificultades específicas en el área de la socialización dentro del proceso de individuación. En algunos casos, y especialmente en aquellos que más allá de la crisis adolescente presentaban alguna sintomatología o cuadro psicológico/psiquiátrico de cierta entidad, este aislamiento ha sido un “regalo”, un paréntesis en una vida que iba demasiado rápido por ellos/ellas, permitiéndoles congelar temporalmente un proceso natural que angustiaba y hacía sufrir, y al mismo tiempo, arrancando de raíz algunos de los motivos de angustia o sufrimiento: TEA, casos de bullying, dificultades relacionales,… En estas situaciones, nos hemos encontrado con familias que exponían que los hijos o hijas estaban muy bien, tranquilos… En algunos casos ha servido como un tiempo añadido a la maduración, en otros ha sido simplemente eso, un tiempo parado que se ha vuelto en contra cuando han tenido que volver al mundo real después de una etapa en la que el repliegue no era sólo personal sino que se convertía en algo real y físico.

Duelos, etapas perdidas en tiempo de intensidad específica. Todos hemos perdido cosas durante la pandemia, cada etapa vital se ha visto resentida, pero me veo en disposición de decir que la etapa adolescente y joven es probablemente la que por definición se han visto más afectada. Probablemente por ser la etapa más expansiva, social, externalizante, en la que el terreno de juego es la calle, los espacios de ocio, y su grupo natural: los iguales. Quedar relegado al ámbito familiar ha sido una pérdida enorme, un impacto brutal, ha supuesto perder de repente el entorno de pruebas, el campo abierto en el que experimentar quiénes somos y quién estamos tratando de ser.

Parece un tópico, pero el ritmo de la vida y la intensidad de las vivencias del adolescente son muy particulares y creo firmemente que no es lo mismo haber vivido la pandemia en el último año de secundaria, o en el intervalo de paso en la Universidad o en el mundo laboral, que pasar por esta situación con 30, 40… Pasan muchas cosas en pocos años, esto es la adolescencia, y sí, pienso que algunas, sin caer en un dramatismo innecesario, se las han perdido por siempre: un viaje de fin de estudios, el fin de etapa, el aniversario de los 18, etc.

Duelos propios de las pérdidas vividas. La muerte se convierte en real. Otro asunto son las múltiples situaciones de pérdidas de personas cercanas, significativas en las familias, y cómo éstas han sido afrontadas, desde la impotencia, el dolor, la distancia… No olvidemos que el adolescente, por necesidad, parece vivir de espaldas a la muerte, no siendo consciente de los riesgos, los peligros, la posibilidad de un final… Pero la muerte se ha convertido en una circunstancia más real de lo que podían imaginar y prever. Les ha llegado, impactado y golpeado sin piedad, y en algunos casos, incluso negándose los rituales de paso, las costumbres que nos ayudan a despedirnos. Esto ha hecho que en ocasiones, la particularidad de la circunstancia ha generado duelos congelados que se han mostrado posteriormente. Estas pérdidas tan reales y sobrecogedoras, en las personalidades más vulnerables han despertado muchos miedos, inseguridades, e incluso dificultades para poder ejecutar el propio proceso de individuación. Separarse es más fácil cuando no se piensa que la muerte puede ser tan real… Regresiones, repliegues emocionales, dificultades para encarar el proceso madurativo, son algunas de las situaciones vividas en torno a los adolescentes y jóvenes afectados por la pandemia.

Incomprensión social. Éste ha sido un episodio especialmente frustrante al menos para quienes trabajamos con adolescentes y jóvenes. Es evidente que en momentos de enormes restricciones, prohibiciones, limitaciones, etc. se han dado situaciones desajustadas, en algunos casos desde la desesperación, y que no quedan justificadas por la edad. Pero en muchos casos se ha señalado de forma irresponsable a los jóvenes como elementos de riesgo en tiempo de pandemia, responsabilizándoles de demasiadas situaciones, mostrándoles como insolidarios, irresponsables, egoístas,… Ha costado más trabajo tener la capacidad de entender, incluso de acercarse, de preguntar cómo lo estaban pasando, cómo estaban viviendo y sufriendo todo. Siempre he intentado reivindicar las acciones solidarias y de apoyo que muchos adolescentes y jóvenes han tenido hacia la sociedad, y que han pasado mucho más desapercibidas que los botellones o fiestas improvisadas que no han dejado de generar debate.

Relación con el ocio digital. Ya era un terreno pantanoso antes de la pandemia, pero se ha vuelto especialmente desgarrador durante y después. Lógicamente, el entorno digital fue prácticamente la ventana al mundo que le quedaba a nuestros jóvenes y adolescentes, permitiendo mantener muchas conexiones y vínculos. Al mismo tiempo se dilataron y fragilizaron los límites asociados al uso de este tipo de ocio. En muchos casos, el enganche que ha generado no ha sido ligero, generando dificultades para volver a elementos de normalidad una vez “superada” la pandemia. Reinstaurar los ritmos, rutinas y disciplina previos no ha sido sencillo en algunos casos, precisamente aquellos que se han sentido más aislados y vulnerables, y en menos condiciones de volver al mundo real, que se presenta como inseguro y amenazante frente a algunos de los jóvenes con los que trabajamos. Hablamos justamente de seguridad, de confianza, de protección… El elemento digital ha supuesto este refugio para muchos durante muchos momentos, y desprenderse de ellos no ha sido sencillo. Por supuesto, no es fácil para el adolescente, o para los niños este baile entre lo que ahora es correcto e incluso positivo y de repente vuelve a ser criticable y limitado… En estos términos se han tenido que hacer reajuste dentro de las familias , pues no ha sido fácil.

Cuadros clínicos desbordados. Obviamente estoy intentando mover el foco hacia la Salud Mental, y no tanto hacia la patología. Porque ha sido necesaria mucha salud mental por parte de todas para salir de este tropiezo, y no ha sido gratuito, no ha sido fácil… Pero también debemos entrar a valorar qué situaciones clínicas, de gravedad se han desarrollado durante esta etapa.

  • Trastornos de alimentación
  • Autolesiones
  • Trastornos de conducta
  • Cuadros fóbicos y obsesivos

En muchos casos, la posterior aparición de algunas de estas patologías ha tenido mucho que ver con el sufrimiento, con el malestar acumulado durante tiempos difíciles. Sufrimiento que ha buscado vías de salida, después de meses de obligada contención. No ha sido infrecuente encontrarnos con chicos y chicas que han pasado un razonablemente buen confinamiento, para realizar una bajada posterior. Bajada que se muestra de diversas formas, desde temas de rendimiento académico, cuadros afectivos, sintomatología ansiosa, etc.

QUÉ SUPONE NUMÉRICAMENTE EL IMPACTO DE LA PANDEMIA

Este impacto puede leerse en diferentes realidades y evidencias:

El aumento de demanda en los Centros de Salud Mental Infantil y juvenil
El aumento exponencial de las activaciones del CRS (Código Riesgo Suicidio)
El aumento descrito en algunos cuadros clínicos
Me gustaría señalar que el aumento de demandas de primeras visitas a los centros de salud mental, así como el aumento de solicitudes en el contexto del programa de fortalecimiento de la primaria, sólo está absorbiendo en realidad una parte de la demanda . En el 20 o 25% que subieron las Primeras visitas en los últimos dos años no estamos contemplando la cantidad de familias que han optado por la vía privada, temiendo una espera insostenible y la incapacidad para dar continuidad e intensidad al tratamiento. Tampoco obviamos la demanda que absorben servicios en paralelo como pueden ser los puntos Konsúltame o la necesaria revitalización de Salud y Escuela. Así pues, el aumento de demanda de ayuda está todavía por encima de lo que estamos leyendo en los datos, y tener en cuenta esto lo hace aún más preocupante.

El aumento de la gravedad en forma de riesgo de suicidio es un dato más franco, por contundente, pero tampoco aparecen en las cuantificaciones oficiales los casos de ideación, de pensamientos de muerte que son la antesala de un intento, y que tratamos de sostener desde los centros de salud mental con responsabilidad pero también con un alto coste por los profesionales.

El suicidio es la primera causa de muerte no natural entre los y las jóvenes de 16 a 35 años en Cataluña. Una situación que se ha agravado con la pandemia, tal y como demuestra el significativo aumento de las situaciones que han sido valoradas como riesgo potencial de suicidio en adolescentes y jóvenes de los distritos que atendemos desde la FETB: Gràcia, Sant Andreu y Montcada y Rejambre.

Las activaciones de CRS desde 2018 han sufrido esta evolución hasta finales de julio del año 22.

*En el caso del año 22, debemos tener en cuenta que los datos contemplados llegan hasta finales de julio, con lo que presumimos un progresivo que como mínimo se asimile mucho al techo que tuvimos en 2021.

Ésta es una gráfica que habla de la capacidad de detección y monitorización del sistema, y ​​por tanto, de una mayor capacidad para acompañar estas situaciones de extrema gravedad. Pero también hay una lectura de profundidad que remite a un franco aumento no del sufrimiento o malestar, sino de la desesperanza en chicos y chicas jóvenes, que en algún momento de su vida, aunque sea de forma peregrina, se plantean que no pueden continuar. Y esto nos remite al sufrimiento real, el de la raíz, lo que a menudo lleva tiempo cociéndose en silencio, en soledad y sin poder ser detectado ni atendido. Y éste ha estado muy presente en nuestros jóvenes a raíz de la pandemia.

Estos datos muestran el aumento de Primeras visitas que se detecta especialmente en el salto entre 2019 y 2021, que serían, respectivamente, el último ejercicio “normal” y el primero de recuperación de una actividad presencial y más estandarizada.

Cabe señalar que el dato de 2022 sólo llega hasta septiembre, por lo que todavía tenemos un trimestre por delante para poder hacer una comparativa más concluyente, aunque parece que este ejercicio nos hablará más de estabilización de la demanda.

El sufrimiento, la gravedad de la sintomatología y la vulnerabilidad de las familias se convierten en factores que sin duda se reflejan en estos datos. Sí, nuestros jóvenes están sufriendo más y peor. Y preocupa la capacidad de respuesta con la que contamos. Pero aún así, me gustaría hacer un apunte en positivo a un colectivo que es el presente y el futuro de nuestra sociedad, solidario, reivindicativo, cuestionador, emprendedor, tolerante, atrevido, valiente, resiliente, imaginativo, concienciado. En muchos sentidos nos han dado lecciones de cómo enfrentarse a la pandemia, y no dejan de mostrarnos caminos válidos para evitar otros que deben venir, desde un activismo ecologista o desde un entendimiento de la vida como algo más que el trabajo o las obligaciones.

Tras reivindicar el foco sobre la adolescencia, la primera infancia no puede quedar olvidada en términos del impacto de la pandemia. De nuevo tantas experiencias como niños, familias, situaciones sociales… Pero es cierto que algunos y algunas pequeñas han visto frenado su proceso evolutivo en lo que se refiere al elemento relacional.

Recordemos que estos niños y niñas que han subido en tiempos de pandemia serán los futuros adolescentes y por extensión los adultos de algún día. El miedo y la incertidumbre vivida tanto por ellos como por las familias, sin duda han tenido sus efectos, esperamos que no cruciales.

También será una generación que, por circunstancias no deseadas, pudo contar con sus padres mucho más presentes en su día a día, y esto también ha podido hacernos a todos reflexionar sobre el papel de la familia, la contención, la transmisión de valores, a menudo delegada en agentes externos por carencia de tiempo y de presencia.

Es evidente que aprendemos de todo y, una vez superado, nos hace más fuertes y fuertes.

Lluís Díaz

Psicólogo y director Asistencial de la FETB

Noticias relacionadas