Las pantallas se han convertido en una parte esencial de nuestra vida cotidiana, pero, cuando estas se convierten en una herramienta de distracción y de contención para los niños, especialmente durante los primeros años de vida, los expertos alertan sobre las consecuencias negativas que pueden tener para su desarrollo. El uso de pantallas en niños/as menores de 6 años es una cuestión cada vez más debatida. De hecho, la Asociación Española de Pediatría recomienda 0 pantallas hasta los 6 años.
“La exposición a pantallas en la primera infancia interfiere en la construcción de circuitos fundamentales a nivel cerebral como es el de la dopamina, y de esta manera afecta el desarrollo de habilidades que están en la base de funciones ejecutivas como la concentración, el control de los impulsos, la regulación de las emociones e, incluso, la capacidad de conectarse con otros seres humanos. No solo eso, sino que se ha visto que perjudica el sueño, aumenta el riesgo de trastornos de conducta, de problemas visuales, de obesidad infantil y también reduce el tamaño de la sustancia gris en algunas áreas importantes del cerebro”, apunta Stefano Petrella, neuropediatra de la FETB.
Una hiperestimulación fabricada al detalle
La hiperestimulación de los dibujos animados de hoy en día, al igual que las redes sociales, “está muy pensada por equipos de expertos de las empresas audiovisuales dirigidas a la infancia para generar la máxima dependencia con muchas acciones simultáneas y en corta secuencia, con un alto número de fotogramas por minuto y colores brillantes y atractivos”, según Petrella. En consecuencia, Àfrica Miquel, psicóloga y psicoterapeuta de la FETB, destaca que “los niños dejan de jugar a otras cosas que les aportan muchos más beneficios, como estimular la imaginación, la relación con los padres y otros niños, la motricidad y el aprendizaje”.
Miquel también remarca que la exposición precoz a pantallas puede interferir en la adquisición de competencias sociales y emocionales fundamentales, como la tolerancia a la frustración, la creatividad y la autonomía, que se desarrollan a través del juego libre, la exploración y de las interacciones con los adultos. La neuroplasticidad del cerebro infantil es una herramienta poderosa durante los primeros años de vida y, el bebé, como explica la psicóloga, “necesita estímulos que vayan a su ritmo y en una intensidad adecuada para su desarrollo neurológico sensorial”.
La pérdida de oportunidades y la sustitución de experiencias relacionales
Miquel y Petrella coinciden en que el gran peligro de las pantallas no es solo el efecto directo que tienen sobre el cerebro del niño, sino también la pérdida de oportunidades. Los profesionales señalan que, cuando un niño se queda frente a una pantalla, no solo está perdiendo la oportunidad de interactuar con su entorno inmediato, sino que también se priva de la oportunidad de aprender habilidades vitales como la regulación emocional y el autocontrol, que son fundamentales para su crecimiento personal. Esta pérdida de oportunidades se hace especialmente evidente cuando los niños no pueden desarrollar relaciones sanas y estimulantes con sus padres o compañeros.
Un enfoque preventivo para regular las pantallas
Para evitar los efectos negativos de la exposición a las pantallas, tanto Miquel como Petrella apuestan por una intervención precoz y una reflexión sobre los hábitos familiares. Petrella sugiere que los padres “deben cuestionarse qué uso hacen ellos mismos de las pantallas, ya que son el modelo a seguir para sus hijos”. Una vez se reconoce el problema, es fundamental “buscar alternativas sanas y crear espacios de juego y relaciones que fomenten un desarrollo saludable”, explica.
Desde la visión de Miquel, la solución implicaría acompañar a las familias no desde la culpa, sino desde ayudar a entender realmente al servicio de qué utilizan las pantallas y los riesgos que suponen. En la medida de lo posible, la profesional remarca que “la consigna debería ser cero pantallas en la primera infancia, ya que la mejor estimulación y los mejores compañeros de juego para un niño son los padres, en primer lugar, y, a medida que crece, también la familia y los amigos”. La psicóloga también destaca que se necesita una intención familiar consciente de reducir al máximo la dependencia de dispositivos digitales y de promover actividades que estimulen la imaginación, la creatividad y el vínculo emocional entre padres adultos referentes e hijos.