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¿Quién soy y de dónde vengo? Identidad y duelo en niños adoptados y acogidos

La adopción y el acogimiento familiar son procesos emocionalmente complejos tanto para el niño como para la familia adoptiva o acogedora. La salud mental de los niños se ve directamente impactada por la inestabilidad vivida y por la necesidad de entender quiénes son y de dónde vienen. En este artículo, recogemos la voz de tres profesionales de la Fundació Eulàlia Torras de Beà: la psicóloga Montse Rius y las trabajadoras sociales Cesarina Ontiveros y Maria José Ruiz, que nos acercan con sensibilidad y rigor a las claves emocionales que hay que tener presentes para acompañar bien a estos niños.

Asumir un doble duelo

El duelo por la familia de origen no desaparece con la llegada a un nuevo hogar. De hecho, es a menudo un duelo silenciado, porque muchos niños no saben ponerle palabras, pero lo viven internamente con una mezcla de culpa, vergüenza y miedo a volver a ser abandonados. “Lo que sienten realmente es un sentimiento de pérdida. Cuando tienen este sentimiento ya hay un desarraigo”, explica Montse Rius. “Este duelo es doble: por la pérdida de la familia de origen y por no haber nacido en la familia adoptiva. Pero no pone en cuestión el vínculo con los padres adoptivos, sino que puede reforzarlo si se trabaja bien”.

Las profesionales coinciden en que la asimilación de los duelos requiere el acompañamiento de los padres, que desde el inicio de la relación favorecerá el proceso de comunicación de los orígenes para que se abra un canal respetuoso y adaptado al momento evolutivo del niño. Este duelo aparece durante diferentes etapas evolutivas. Durante la primera infancia puede manifestarse como una anécdota, pero a partir de los 6 años se activa una etapa de conflicto interna, y en la adolescencia estalla con fuerza. “La etapa adolescente es muy sensible, sobre todo en casos de adopción”, remarca Cesarina Ontiveros. “Surgen nuevas preguntas: ¿a quién me parezco? ¿Seré aceptado por mi entorno? Y el sentimiento de pertenencia se remueve”.

El proceso de construcción de la identidad

Tanto en la adopción como en la acogida, el proceso de identificación personal a menudo se ve atravesado por vacíos de información, silencios familiares o historias traumáticas. Esta búsqueda de “¿quién soy?” es un camino íntimo y delicado, según detallan las profesionales. “Hay una secuencia emocional: conocer, entender, sentir y aceptar”, especifica Montse Rius. “Los padres deben comunicar, no solo revelar, y hacerlo de manera progresiva. Es fundamental validar las emociones y favorecer que surjan”. Maria José Ruiz también añade que “todo el mundo tiene el derecho y la necesidad de saber de dónde ha salido. Es universal. Los padres adoptivos o acogedores deben entender e integrar este derecho y esta necesidad para favorecer la construcción de una identidad sana y completa”.

Heridas invisibles que impactan en el desarrollo

Muchos niños llegan a las familias de acogida o adopción después de haber vivido negligencias, abandonos, abusos o diversas institucionalizaciones. Esto, desde el punto de vista de las expertas, puede generar trastornos de vínculo que se manifiestan de formas muy diversas como, por ejemplo, dificultades en la socialización, actitudes defensivas, necesidad constante de agradar o conductas de riesgo.

“Por cada tres meses de institucionalización se pierde un mes de desarrollo mental”, recuerda Montse Rius, y añade que “hay niños que no han podido establecer un vínculo seguro antes de escolarizarse, y esto se refleja también en el ámbito cognitivo”. Otro punto a tener en cuenta es que los trastornos emocionales pueden reforzarse si los padres no han trabajado su propia historia o no están preparados emocionalmente para afrontar el reto, tal como lo especifica Maria José Ruiz: “nos encontramos con padres adoptantes que no han trabajado su propia historia y no entienden cómo acompañar a su hijo”.

El acompañamiento de las familias y el entorno

La preparación previa de las familias acogedoras es fundamental, pero no es suficiente. Hace falta un acompañamiento constante, una mirada reparadora y una actitud abierta y respetuosa. Según Montse Rius, “no basta con establecer un vínculo seguro, hay que acompañar también las diferencias raciales, los momentos de duelo o las preguntas difíciles”. La escuela y el entorno comunitario también juegan un papel fundamental, y la coordinación con servicios sociales y profesionales de salud mental es clave para identificar necesidades y prevenir dificultades más graves.

“La tarea de los profesionales es ayudar a los docentes a ir más allá de la conducta, a entender qué puede estar pidiendo este niño”, explica Maria José Ruiz. “También avisamos que la transición a la secundaria puede ser un momento crítico, especialmente si coincide con cambios de centro o cuestiones de identidad racial”. Sobre todo, Cesarina Ontiveros remarca que se debe trabajar mucho con las familias para “integrar el doble arraigo y poder reconocer e incorporar a la familia de origen dentro de la misma identidad”. Los niños adoptados/acogidos y sus familias necesitan poder contar con profesionales que les puedan orientar y acompañar durante las diferentes etapas vitales.

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