Con la vida social y el entretenimiento condicionados por el confinamiento y las restricciones, las tecnologías han sido -y son- una herramienta clave durante la pandemia de Covid-19. Un hecho que, en algunos casos, ha llevado al uso excesivo de pantallas entre los más jóvenes.
¿A partir de qué edad es aconsejable empezar a utilizar las nuevas tecnologías? ¿Qué papel deben desempeñar los padres con los niños y adolescentes? ¿Qué signos denotan un uso abusivo? Consultamos estas y otras preguntas con dos expertos de la FETB.
- Claudi Paz (CP): Coordinador del CSMIJ Sant Andreu
- Lluís Díaz (LD): Psicólogo sanitario y director asistencial de la FETB
Las tecnologías son clave en esta pandemia y también en la vida de los jóvenes. ¿Esto los hace particularmente vulnerables a la incorporación a Internet, los videojuegos y las redes sociales?
CP: Creo que no debería ser necesariamente así. Creo que la vulnerabilidad responde a dificultades personales y familiares antes de la pandemia. Es cierto que en las primeras etapas del encierro había «barra libre» de tecnologías en muchas casas, pero la gran mayoría de las familias se ha ido adaptando a la situación y se ha regulado bien. Puede ser que internet todavía esté compensando el tiempo que ahora los niños y jóvenes no pueden disfrutar offline (pienso, por ejemplo, en adolescentes que saldrían a tomar una copa los fines de semana por la noche y ahora se quedan a jugar con videojuegos; o niños que, en lugar del recreo cara a cara, lo hacen online), pero la mayoría de ellos, si pudiera elegir, apagaría el ordenador y saldría.
¿Tendemos a culpar a las pantallas para no analizar otros motivos de fondo?
CP: Totalmente. El tema a menudo se aborda de manera muy parcial atribuyéndole aspectos negativos a las sin reparar en que, a veces, es el uso que hacen las familias lo que las hace dañinas; o el modelo de uso que damos los adultos a los menores.
LD: Por supuesto. El simple hecho reduccionista de hablar de pantallas como cajón de sastres donde incluir elementos tan diferentes ya insinúa la desidia con la que los adultos se acercan al mundo digital que tan de relieve es para nuestros niños, adolescentes y jóvenes. A veces, los padres aceptan y permiten un uso temprano e indiscriminado de las pantallas, debido a la necesidad, la falta de tiempo, las ocupaciones excesivas. Es cuando vemos a las tecnologías del entretenimiento como aliadas. Pero esta amistad se nos puede poner en contra cuando tenemos la intención de que los niños y adolescentes se regulen en comportamientos que hemos facilitado y favorecido cuando aún no estaban preparados para hacer una buena gestión.
¿Cuándo podemos decir que se hace un uso problemático o adictivo de las pantallas?
CP: Creo que el punto clave es cuando se pierde el deseo de realizar otras actividades, así como cuando hay un malestar y un pensamiento constante de conectarse. Creo que esto es más significativo que el tiempo que pasan allí, porque esto puede venir dado por circunstancias del momento o la imposibilidad de hacer otras cosas.
LD: Dificultades para aceptar límites, abandono de otros aspectos de la vida diaria que afecta al rendimiento general, mentiras, desregulación conductual, respuestas agresivas e impulsivas,… Estos son algunos signos que pueden indicar que hay un uso inapropiado de las nuevas tecnologías.
¿Qué opináis del uso de pantallas en niños?
CP: Creo que es clave que la exposición a las pantallas sea muy progresiva y creo que parte de los problemas que estamos -y vamos a ir- encontrando en este tema proviene de un uso demasiado temprano de las pantallas. En el rango de 0-3 años, los niños no están preparados fisiológicamente para utilizar pantallas, aparte de que no están preparados cognitiva ni emocionalmente para manejar su uso. Con demasiada frecuencia veo a niños en el cochecito con su móvil o tableta. Si esto se hace indiscriminadamente, son niños que terminarán teniendo problemas para desarrollar sus nociones espaciales, temporales y sensoriales. Por otro lado, si se introducen progresivamente (no es lo mismo un televisor, una consola, un ordenador o un móvil) y con la participación de los padres, pueden convertirse en un elemento que enriquezca el desarrollo de la persona.
¿Cómo abordáis el proceso terapéutico y desde qué enfoque trabajáis?
LD: Nuestro enfoque de Salud Mental nos sitúa como profesionales que acompañamos desde una relación cercana, honesta y horizontal con la familia y el niño.
Con los padres es necesario acercarlos al niño, que lo entiendan a él y a su dificultad, apoyarlo, ofrecerle alternativas, aceptar… Pero también ser firmes, establecer límites, contener y ayudar a elaborar ansiedades y malestares. Con los niños y las niñas trabajaríamos en la línea de entenderlo, quién es, qué encuentra en el juego, qué necesidades le cubre, explorar esta área de su vida que es importante para él. Y a partir de ahí fomentar que recupere herramientas olvidadas, desconocidas, o incluso aquellas que valora en sus mundos virtuales para poder afrontar los desafíos del crecimiento y la vida cotidiana.
¿Qué les recomendáis a los adolescentes en esta situación y a sus familias?
LD: Los jóvenes no les dirían que no parezcan resolver su incomodidad solos, que pedir ayuda es valiente. A menudo creemos que tenemos control y no es así. A menudo lo que creemos que nos aleja de la dependencia infantil termina convirtiéndose en una prisión diferente.
En cuanto a las familias, cuando aparece un comportamiento disfuncional, creo que se deben tomar medidas firmes y apresuradas. Al igual que con cualquier comportamiento adictivo debemos tener claro que la drástica supresión del elemento que proporciona placer generará molestia, incomodidad, tensiones… Será necesario apostar por una supresión progresiva, una racionalización de horarios, una recuperación de hábitos saludables. Cuando detectemos por primera vez un trastorno en este sentido, podremos responder primero.
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