Por Laia Navarro, psicóloga de la FETB en el CSMIJ de Sant Andreu
Los ratos de recreo constituyen un contexto relevante para niños/as y jóvenes, necesario para su desarrollo físico, emocional y relacional, por las posibilidades que ofrecen desarrollar el juego libre, ser creativo, divertirse y establecer relaciones con compañeros y adultos en un ámbito con rasgos diferenciales en el lectivo.
Sin embargo, algunas características de los patios escolares pueden suponer dificultades importantespara los niños y jóvenes con Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Empezando por la propia configuración de los espacios, que pueden ser cambiantes, amplios, con múltiples estímulos, un número elevado de personas de edades y cursos diferentes, entre otras circunstancias que pueden resultar duras para personas que pueden presentar hipersensibilidades, dificultades de integración sensorial y una estructura interna poco sólida que hace que necesiten entornos externos previsibles y estructurados para sentirse suficientemente tranquilas.
Muchos de los patios escolares son conducidos por personas diferentes a las tutoras del aula y esto requiere un tiempo de conocimiento, adaptación mutua, además de una buena coordinación y comunicación fluida entre profesionales y familia.
Los ratos de recreo habitualmente tienen un carácter poco estructurado y son menos dinamizados por los adultos que otros momentos de la jornada escolar. Este rasgo facilita que las relaciones humanas se desplieguen con toda su riqueza y complejidad, a la vez que no es infrecuente que emerjan conflictos entre compañeros.
Los niños y jóvenes que presentan dificultades en las áreas de la comunicación, la relación social y/o intereses restringidos en el patio se pueden sentir desconcertados, les puede costar mucho compartir intereses con iguales, entender las normas de los juegos, leer las situaciones sociales, sobre todo aquellas más sutiles, y desarrollar unas interacciones funcionales.
Cada persona con TEA es única y tiene unas necesidades específicas que es necesario conocer a fondo para proporcionarle un buen acompañamiento. Algunos aspectos genéricos que pueden facilitar la experiencia en el patio son:
- Anticiparle y explicitarle rutinas y dinámicas (en algunos casos será indicado el uso de soportes visuales o contextuales)
- Ayudarle en la comprensión de situaciones sociales y en la participación en algunos juegos.
- Enseñarle a poner límites en caso de conductas no deseadas por parte de compañeros/as.
- Posibilitarle recogerse en un espacio cómodo en caso de sobrecarga sensorial o aumento de la desazón
- Proporcionarle ayuda en la regulación emocional.
En algunos casos puede ser importante contar con el acompañamiento de un referente que sea siempre el mismo (que actúe como un «elemento invariante»), proporcionándole un hilo de continuidad entre el mundo de la clase y el recreo, y contribuyendo a que el cambio no sea vivido como un «corte» difícil de asumir.
Por otra parte, es conveniente trabajar con la totalidad del grupo-clase, a fin de favorecer la inclusión de la persona con TEA y el establecimiento de unas relaciones positivas.
El niño o joven en algún momento de su evolución puede presentar sufrimiento emocional en el recreo que puede manifestarse a través de sintomatología diversa como puede ser aislamiento, aumento de la inquietud, estereotipias, clínica afectiva, etc.
Es esencial la colaboración activa entre escuela, familia y servicios terapéuticos para identificar, entender, contener y acompañar el malestar, así como procurar los apoyos y ajustes necesarios en los entornos y dinámicas del patio.
En el acompañamiento que se puede realizar desde casa, destacar la importancia de disponer cotidianamente de momentos de relación y comunicación con el hijo, necesarios para el vínculo filio-parental y el desarrollo global de la persona, y en los que poder detectar y acompañar posibles expresiones de sufrimiento. Ante estas, es conveniente tratar de entender cuál es el malestar subyacente a la conducta, poder acogerlo, facilitando la expresión emocional y si es posible ayudando a poner nombre a la emoción y lo que está pasando.
También podemos revisar rutinas y dinámicas que sean favorecedoras de la regulación emocional conjuntamente en visita de orientación con su terapeuta o referente de salud. Ante cambios relevantes en la conducta o estado emocional también es recomendable hablar con la escuela.
Además, es deseable procurar otros espacios de relación «cuidados» con iguales, ya sea a la salida de la escuela o durante los fines de semana, en los que poder tener otras experiencias de relación, integración en el entorno y ocio.
Quisiera acabar con la idea de que los retos que hemos planteado también constituyen oportunidades de aprendizaje, de crecimiento y de enriquecimiento, para la totalidad de niños y jóvenes, la comunidad educativa y el conjunto de la sociedad.