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«El duelo perinatal todavía está poco entendido a nivel social»

El duelo perinatal es una experiencia de duelo especial, con unas condiciones emocionales propias y otras que son comunes a otros procesos de duelo.

Un duelo especial y a menudo silenciado, del que no se habla, poco reconocido socialmente, un proceso al que se intenta restar importancia… Aunque en los últimos años parece haber más sensibilidad y reconocimiento, el dolor que implica todavía está poco entendido a nivel social, lo que hace que las personas que se encuentran en esta situación se puedan sentir más solas, poco acompañadas y muy culpables y confusas por sufrir, por sentirlo, por si es legítimo vivirlo con la intensidad que lo sienten.

¿Y por qué es una situación de duelo especial? Por el momento vital en el que ocurre y el impacto de las emociones que genera, en especial para la mujer, a quien se le añade el proceso físico que experimenta.

Reconocer la existencia del duelo perinatal es reconocer el dolor por la pérdida de un hijo, haya nacido o no. Este reconocimiento de que ha existido el hijo fallecido, junto a la creación de recuerdos físicos y simbólicos, ayuda a la elaboración de un duelo. Un duelo que no acaba de elaborarse nunca del todo y que acompaña a la familia el resto de su vida.

Pero el reconocimiento, visibilización y respeto permiten darle al hijo fallecido en cualquier momento de la gestación (también en el primer trimestre, probablemente las pérdidas más silenciadas y normalizadas) un espacio físico y mental.

Se trata de poder dar espacio al dolor para poder sentirlo sin culpa, poderlo pensar y hablar; es decir, poder mentalizarlo, proceso que ayuda a su elaboración. Por el contrario, el silencio, no dar ese espacio al dolor, minimizar su pérdida, negarla, etc. puede hacer que el proceso de duelo, que debe ser un proceso sano ante la pérdida, se encapsule y se convierta en un proceso patológico.

Poder realizar un proceso de duelo adecuado es un factor de protección para gestaciones futuras, los tipos de vinculación que se puedan crear con los futuros hijos si los hay, o con los que ya están, pudiendo desarrollar una parentalidad sana, habiendo dado un lugar específico al hijo fallecido, y que los nuevos hijos o los existentes puedan tener un lugar propio y diferenciado en la mente y en el corazón de sus padres, sin tener que ser los portadores de la carga inconsciente de su hermano fallecido.

Este texto forma parte de la exposición de nuestra compañera Elisabet Gil, psicóloga de la FETB que brinda apoyo al Servicio de Pediatría del Hospital de Sant Pau, en la charla “Paliativos perinatales, enfoque multidisciplinar”, organizada por la Sociedad Catalana de Pediatría el pasado 1 de febrero.

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