Por Laura Lara, educadora social de la FETB en el CSMIJ (Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil) de Montcada i Reixac
La pedagogía sobre los límites en la adolescencia es compleja porque en ocasiones cuesta delimitarlos con claridad. El pilar fundamental del acompañamiento educativo en esta etapa es ofrecer a los adolescentes herramientas que les permitan vivir en sociedad, promoviendo el desarrollo de capacidades y habilidades sociales y emocionales para mejorar su calidad de vida, así como la transición hacia la vida adulta y autónoma.
En muchas ocasiones transitar este camino puede resultar pesado, puesto que nos encontramos con los límites que se imponen a sí mismos, aquellos que son establecidos por sus referentes y los que vienen dados por el entorno social y cultural.
Sabemos que la adolescencia es una etapa donde la presión de grupo puede ser muy significativa: quieren ser aceptados/as y pertenecer a un grupo. Por eso es crucial saber identificar o discriminar qué se pone en juego y, si es necesario, poder decir «no». En este sentido es importante el autoconocimiento, la capacidad de defender los valores propios, la autorregulación emocional y evitar la impulsividad. Y para llegar a este punto es clave la educación en límites durante la infancia, ya que esta será la forma de estar preparados/as en la etapa adolescente.
¿Qué factores de riesgo pueden surgir si no educamos en límites y aprendemos a decir “no” a nuestros hijos e hijas?
- Incentivar conductas de riesgo: promiscuidad en conductas inapropiadas para su edad, acceso a contenidos y/o sustancias perjudiciales para su salud.
- Gestión inadecuada del tiempo de ocio: adquisición de malos hábitos y exponerse a situaciones que pongan en peligro la estabilidad mental y emocional del adolescente.
- Dificultades para mantener relaciones saludables entre iguales: cambios constantes que pueden dificultar la integración y el sentimiento de pertenencia, lo que puede provocar malestar y conflictos internos que se proyecten en conductas inapropiadas y desencadenen conflictos externos.
- Dificultades a la hora de desarrollar una identidad propia: puede promover una baja autoestima y, por tanto, dificultar la toma de decisiones importantes.
Los límites pueden (en ocasiones) parecerles injustos y resultar una tarea muy frustrante para los adultos. El acompañamiento educativo en la comprensión de los límites puede ser compleja, pero es fundamental para que el/la adolescente pueda cuidarse/protegerse y pasar a ser un adulto saludable y respetuoso con el entorno y consigo mismo/a.
¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de establecer límites?
- Deben ser claros y coherentes: hemos de ser constantes para no provocar confusión y asegurarnos de que entienden el porqué de un límite y que este tiene sentido.
- Fomentar un diálogo sincero: interesarnos por sus sentimientos y necesidades, hacerles sentir escuchados/as y explicar los motivos de por qué ponemos ese límite. Si lo comprenden será más fácil respetarlo.
- Hacerles partícipes de la toma de decisiones: esto proporciona una sensación de control y alta responsabilidad para ser consecuente con las propias acciones y lo que les pedimos.
- Informar sobre los posibles riesgos de no respetar los límites: dar a conocer las consecuencias individuales y externas que puede provocar transgredir los pactos establecidos.
- Ser un ejemplo y un soporte emocional: intentar ser flexibles y adaptarnos con empatía al momento madurativo de los/as adolescentes que tenemos delante. Ser un entorno de contención respetuosa en los momentos de irritabilidad, posible agresividad, reclusión en uno/a mismo/a etc. que pueden surgir ante los límites impuestos.
- Regular la distancia afectiva que se puede generar entre adulto y adolescente en ese ciclo vital.
En el acompañamiento educativo debemos tener en cuenta la interseccionalidad del adolescente y joven, es decir, los distintos procesos que en cada contexto derivan de la interacción de factores sociales, económicos, políticos, culturales y simbólicos. La educación en límites, por tanto, considerará siempre estos ejes que conforman su vida.
Nuestro pasado puede influir en el presente y, por tanto, en el futuro de los adolescentes que tenemos a cargo. De ahí la importancia de revisarnos como adultos y procurar no compensar, proyectar o repetir patrones que fueron negativos en nuestro desarrollo. Se trata más bien de promover un progreso diferenciado en el ciclo educativo y evolutivo en ellos/as para una vinculación y transición a la vida adulta positivas.