Preguntas frecuentes
Bebés y primera infancia
Hasta que los niños tienen edad de relacionarse entre ellos y disfrutar de esta relación, es más positivo estar al cargo de un adulto que pueda conocerlos a fondo y responder en cada momento del que el niño necesita. Esto ayudará el pequeño a empezar a ser consciente de sus necesidades, aprender a comunicarlas (primero por el gesto y después hablando), aprenderá a jugar a través del juego con l‘adulto, etc. Cuando el niño se pueda hacer entender, estará preparado para ir unas horas en el día en un centro educativo y aprovechar la experiencia para continuar progresando. Si tiene que ir unas horas a la guardería por necesidades de la familia, los padres pueden compensarlo ofreciéndole suficiente tiempo de relación y juego que complemente el tiempo pasado a la guardería.
Durante toda la primera infancia, la necesidad básica del niño, lo que le permite aprender, es ser cuidado por un adulto que se interese por él, que le dedique todo el tiempo posible y que lo conozca bien y pueda responder a sus necesidades, a sus expresiones y a sus deseos de relación de la forma más adecuada. A través de la relación con este adulto —generalmente los padres o uno de ellos—, el niño podrá ir desarrollando diferentes formas de comunicación, se podrá ir interesando por cuanto le rodea y lo podrá ir conociendo y comprendiendo. Al año o poco después, si además va a espacios en los que hay otros niños con sus padres o cuidadores, se le podrá ir enseñando a relacionarse con ellos; a jugar, a tolerar esperar su turno, etc.
Ya ve, por tanto, que a la edad de su hijo, la mejor guardería para el niño, y para su educación en sentido amplio, pasa por una relación rica y satisfactoria con los padres. Por otro lado, la guardería puede ser un recurso en casos de necesidad de los padres, ya que en realidad es más una necesidad de éstos que del niño.
Cuando el niño ya habla y puede de algún modo hacerse a entender, es ya un buen momento para asistir algunas horas, pocas al principio si es posible, a una institución escolar.
Los CDIAP (Centro de Desarrollo Infantil y Atención temprana) son equipos donde se atienen los niños de 0 a 6 años que presentan trastornos en su evolución de cualquier causa (motriz, del habla, del carácter, de relación, etc.) o que tienen riesgo de tener alguna dificultad.
Los niños prematuros, por la inmadurez con que nacen, tienen más riesgo que los otros de evolucionar con algunos problemas y por eso hay servicios de neonatología que los derivan por seguimiento al CDIAP, de forma que se pueda orientar los padres respecto a la mejor manera de facilitarlos una evolución armónica y sana a todos niveles. Obviamente, pues, derivar a uno de estos centros no implica por fuerza que haya de haber dificultados.
En cuanto al trabajo que se hace, depende del que haga falta. Se tiene que evaluar toda la situación global para ver qué es lo más aconsejable. Algunas veces se resuelve con una entrevista con los padres para valorar la evolución del niño y poder sugerirlos la mejor manera de ayudar el niño a crecer. Otras veces hay que pedir exploraciones médicas y/o hacer tratamientos específicos (para el niño) con el fisioterapeuta, el logopeda o el psicólogo. Así, pues, la consulta no implica que haya un problema ni indica un determinado tipo de intervención terapéutica.
Durante toda la primera infancia, la necesidad básica del niño, lo que le permite aprender, es ser cuidado por un adulto que se interese por él, que le dedique todo el tiempo posible y que, por tanto, lo conozca bien y pueda responder a sus necesidades, sus expresiones y sus deseos de relación de la forma más adecuada. Mediante la relación con este adulto —generalmente los padres o uno de ellos—, el niño podrá ir desarrollando diferentes formas de comunicación, se podrá ir interesando por cuanto le rodea y lo podrá ir conociendo y comprendiendo. A partir del año o año y poco, si además va a espacios en los que hay otros niños con sus padres o cuidadores, también se le podrá ir enseñando a relacionarse con ellos; a jugar, a tolerar esperar su turno, etc.
Ya ve, por tanto, que a la edad de su hijo, hacia más o menos los tres años, la mejor guardería para el niño, y la educación en sentido amplio, pasa por una relación rica y satisfactoria con los padres. Por otro lado, la guardería puede ser un recurso en casos de necesidad de los padres, ya que en realidad es más una necesidad de éstos que una necesidad del niño.
Cuando el niño ya habla y puede de algún modo darse a entender, es un buen momento para asistir algunas horas, pocas al principio si es posible, a una institución escolar.
Gracias por su respuesta, se la agradezco profundamente, pero me gustaría saber además si ustedes conocen algún centro en Barcelona donde yo pudiera asistir con mi hijo para que juegue con otros niños y conmigo o con su padre. Mil gracias.
En nuestra respuesta en cuanto a ofrecer a su hijo la posibilidad de relacionarse con otros niños, pensábamos en la posibilidad de ir a algún parque o plaza, que siempre son espacio de encuentro con otras familias; también en la relación con otros niños de edad parecida a la del pequeño en el trato con familiares, o amigos con hijos pequeños.
De todos modos, contestando a su pregunta, existen, tanto en la oferta pública como en la privada, diferentes programas o centros que encajan bastante con lo que usted nos pide, y seguro que en la sede del distrito que le corresponda puede obtener la información necesaria. Por de pronto, nosotros le sugerimos que se dirija al Espai Familiar de su distrito que, por el código postal que nos indicó, corresponde a Ciutat Vella.
Allí ofrecen precisamente un espacio para los niños de 0 a 3 años y sus familias, para jugar, relacionarse y compartir experiencias.
Espai Familiar Erasme Janer
c/ Erasme Janer, 8
93-329-62-04
En la evolución, los niños diferencian a las personas próximas a ellos. A la edad de su hijo es habitual que prefieran tener trato con las figuras más próximas a ellos, aquellas con las que han establecido relaciones de afecto y cuidado, pues es con quienes se sienten más seguros y por tanto más tranquilos. Entre ellos, sin duda, destaca la figura de la madre que es quien, generalmente, ha asumido más los cuidados primarios del bebé o niño. A veces parecen incluso “pegarse” demasiado a la madre. En ausencia de esta persona —si no se prolonga demasiado— pueden mantenerse tranquilos y contentos con quienes la substituyen, por ejemplo, el padre o los abuelos.
Progresivamente, los niños van disfrutando de relacionarse con los demás adultos cercanos, pero durante mucho tiempo siguen reclamando la presencia de la madre en los momentos de mayor inquietud: cuando se han hecho daño, si se despiertan por la noche, etc. Su hijo es aún pequeño y no es extraño que tenga esta relación intensa con usted. Al mismo tiempo, el hecho de que pueda estar tranquilo cuando usted no está es un buen indicativo. No parece que sea por ahora cuestión de preocuparse. Además, es mejor que de momento no haga nada precipitado por “desenmadrarlo”, por cortar este apego; es mejor que las cosas evolucionen por ellas mismas, ya que forzarlas y “cortar” la relación puede aumentar la ansiedad del niño y la necesidad de apegarse más.
En problemas como el que usted explica vale más no dejar pasar el tiempo. Si se deja, no es solo el lenguaje el que evoluciona con retraso, sino que todas las experiencias del niño se resienten puesto que se ven afectados en buena parte la comunicación y el intercambio con los otros.
En Cataluña hay una red pública de Centros de Desarrollo y Atención temprana (CDIAP) donde podrán atender a su hijo y orientarla. Su pediatra o la escuela del niño le podrán decir cuál es lo CDIAP que los corresponde según el lugar donde viven. Evidentemente, si lo prefiere, también puede dirigirse a una consulta privada. Si desea algo más de nosotros, no dude a volvernos a escribir.
Es posible que, como usted dice, los celos hacia su hermanita tengan que ver con la dificultad en el control de esfínteres de su hijo. Posiblemente expresa de esta manera su inquietud y el malestar ante las atenciones que la niña recibe, aunque eso no significa que no la quiera mucho. De momento no es capaz de hacerse cargo de controlar sus necesidades, aunque antes ya supiera hacerlo. Parecería que, aun sin proponérselo, les esté recordando que él todavía es muy pequeño también.
Suponemos que su hijo evoluciona satisfactoriamente en todas las demás áreas; en ese caso, lo más probable es que si siguen teniendo paciencia con él, valoran sus logros y toleran sus “insuficiencias”, poco a poco podrá reorganizarse y controlar de nuevo sus necesidades fisiológicas.
Es importante a su vez evitar la creación de situaciones negativas circulares, como el enfado de los padres o las conductas represivas, que podrían llevar a fijar más el síntoma, haciendo así más difícil y lenta su remisión.
No duden en volvernos a escribir si necesitan algo.
Los Centros de Desarrollo y Atención Precoz (CDIAP) atienden a todos los niños que presentan trastornos evolutivos, riesgo de padecerlos, o cuyos padres tienen alguna preocupación en lo que se refiere a su crianza. Por lo que usted dice, su hijo parecería tener dificultades en varias esferas del desarrollo (atención, motricidad, alimentación). Así, pues, es cierto que sería aconsejable la consulta con el CDIAP que le corresponda para que —a través de los datos que ustedes les suministren y del conocimiento directo del pequeño— puedan aconsejarlos respecto a la mejor forma de favorecer su evolución en todas las áreas. La propia educadora —o bien el pediatra— sabrá darle la dirección de dicho centro.
Cualquier cosa más que deseen consultarnos, no duden en volver a escribir. Un saludo.
Usted nos describe un bebé que, en el sentido de las relaciones, de notar la presencia y la ausencia, parece muy bien orientado. Por supuesto que por los datos que usted nos da, no podemos saber si lo está en todas las otras áreas. Pero centrándonos en lo que a usted la preocupa, el hecho de que el niño note que el padre está ausente y de alguna forma exprese su tristeza no nos parece nada negativo, sino al contrario, nos muestra a un bebé expresivo, que puede dar a entender sus emociones y que valora la relación que ustedes le ofrecen. ¿Que qué puede hacer? Lo primero es, a pesar de que sea pequeño y de que alguien pudiera creer que no va a entenderla, hablarle a su hijo, poner en palabras lo que usted nota, diciendo por ejemplo: “Sí, papá se ha marchado y tú lo echas de menos, te gustaría que estuviera aquí, pero vendrá dentro poco…”. El niño no entenderá todas las palabras, quizá, pero sí lo que usted trata de transmitirle. Háblele de su padre, de lo que debe de estar haciendo, de si ha llamado por teléfono y de que él también se acuerda del niño. Hay quien cree que si alguien echa de menos no se le debe nombrar a la persona ausente, pero esto no es así, puesto que hablarlo, hacerlo presente en las palabras y pensamientos, hablar de los sentimientos, no solamente acompaña mucho mejor, sino que facilita que el niño vaya teniendo claros sus sentimientos y pueda expresarlos. En este sentido, acompaña claramente más. Otra posibilidad que usted tiene es irse a vivir a Madrid mientras el padre esté trabajando allí. Seguro que, en el sentido estrictamente familiar, tendrían aún mejor calidad de vida.
En la escuela, donde los afectes no son intensos como casa y además no hay la hermanita, su conducta, tal como pasa a menudo, es diferente. Allá son muchos niños, todos en condiciones parecidas. Es una muestra de madurez que pueda diferenciar y allá pueda integrarse, aguantando el malestar cuando hay. Toda la ansiedad que la separación de ustedes compuerta, el sufrimiento, el enyorament y los celos puede mantenerlos controlados las horas que está en el centro escolar, pero una vez está en casa, donde él se siendo estimado y seguro, sale, naturalmente, su banda regresiva y se descarga con las conductas que usted describe.
Pensamos que sería aconsejable que lo consultara con un centro psicológico. Usted tiene a su disposición el Centro de Desarrollo y Atención temprana (CDIAP) que le corresponda según el lugar de residencia. Los CDIAP son centros públicos gratuitos que forman parte de la red asistencial de Cataluña. El pediatra o bien la escuela le sabrán dar la dirección. Si lo desea, naturalmente, también puede consultar un servicio privado.
Es posible también que si usted está preocupada, triste o herida por la conducta de los niños, tenga ahora más dificultad para establecer una relación fácil y distendida.
Ir a la guardería desde tan pronto es, evidentemente, una dificultad para la evolución de los niños. Pero se minimiza si se los lleva el mínimo de horas posible y si los padres los dedican la máxima atención las horas que los tienen. Así, padres y niños fortalecen al máximo el conocimiento mutuo y los padres, con la relación diaria y continuada con el niño, pueden compensar los estímulos que la educadora (que tiene muchos niños a su cargo) no puede ofrecer.
Si usted continúa preocupada, estaría bien que hiciera una consulta al CDIAP (Centro de Desarrollo y Atención temprana) que le corresponda por distrito (el pediatra o la escuela de los niños le podrán dar la dirección) o a una consulta privada de atención temprana, para salir de dudas y recibir ideas para mejorar la evolución de los niños. Si desea alguna aclaración más, no dude escribirnos.
Nos describe usted a un niño sensible que, aunque ha aprendido las “máximas” de la familia y, cuando le pegan, se las repite a sus compañeros, no es capaz de respetarlas él mismo, ya que su inquietud de fondo no se lo permite (no puede parar quieto). Probablemente se suman sus características personales —lo describe usted como un niño “explorador”, o sea, movido, inquieto desde siempre— junto con el embarazo, la llegada de su hermanita y la entrada en el colegio. Estas últimas son situaciones que siempre generan ansiedad en los niños.
Lo que parece también claro es que se está generando un círculo vicioso en la familia y en el colegio: su hijo los irrita con su conducta, con lo que no encuentran formas de ayudarlo a tranquilizarse. A su vez, ustedes, sintiéndose aun sin querer, tensos, enfadados e impotentes, lógicamente aumentan su inquietud y temor. Igualmente, en el colegio va de castigo en castigo, todo lo cual por fuerza lo hace sentir cada vez más rechazado y también cada vez menos bueno y menos digno de amor.
Ante esta situación creemos que lo más adecuado sería que consultara usted con un equipo psicológico que, después de conocer la situación a fondo, les ayudara a encararla de forma que pudieran dar a su hijo el trato necesario para que él pudiese ir tranquilizándose y encarrilándose adecuadamente. Además, los profesionales que conozcan al niño valorarán si hace falta alguna ayuda específica para él.
Puede ponerse en contacto con el Centro de Desarrollo Infantil y Atención Precoz (CDIAP) o con el Centro de Salud Mental Infanto-Juvenil (CSMIJ) que le corresponda según su lugar de residencia. Naturalmente, también puede consultar en un centro privado.
Si desean cualquier otra cosa, no duden en volver a escribir.
Podría proponerse una dieta un poco laxante, con fruta y verdura, para hacer disminuir el estreñimiento, reducir un factor de la retención y facilitar que se recupere el funcionamiento normal. Pero esto podría complicar la cuestión alimentaria, especialmente si alguno del alimentos recomendables no gustaran a la niña. Por eso, creemos que sería mejor hacer directamente una consulta en el Centro de Desarrollo y Atención temprana (CDIAP) que los corresponda por distrito. Su pediatra podrá darles la dirección del Centro que los corresponde a ustedes. Allá estudiarán la situación y podrán orientarlos sobre que está pasando y que hay que hacer porque la conducta no se fije. De paso, podrán explorar y orientarlos en cuanto a la relación con el hermanito y todo el que la niña debe de estar viviendo en estos momentos. Es una buena manera de hacer prevención. Naturalmente, también pueden dirigirse a una consulta privada.
Si desean algo más, no duden a volver a escribir.
Dicho todo esto, es cierto que usted describe una criatura muy sensible y patidora, más del que correspondería a las angustias propias de la edad. Pensamos que los sería útil hacer una consulta en un centro psicológico porque después de escucharlos a ustedes y de estudiar la situación de la niña, los ayuden a apoyarle o incluso, si lo consideran necesario, los propongan una ayuda psicoterapéutica para su hija.
Si vuelan, pueden consultar en el Centro de Desarrollo Infantil y Atención temprana (CDIAP) que los corresponde según el lugar de residencia. Son centros públicos financiados por la Generalitat. Obviamente, también puede consultarlo en un centro privado.
Si desea algo más, no dude a volver a escribir.
Nos describe un niño capaz, avanzado en el habla y con mucha facilidad para expresarse verbalmente y, hasta este momento, con ciertas dificultades para el grafismo y para la producción escrita. También nos indica que desde el punto de vista emocional es un niño sensible, patidor, exigente con él mismo, que cuando las cosas no le salen desfallece y se siente inseguro. Además, nos explica la vertiente enojada de su carácter, que el puerta a conflictos y enfrentamientos. Estas diferentes facetas del niño naturalmente se influyen unas a otros; así, si las cosas no le salen como él querría, se siente más inseguro, más triste y decaído, y como él mismo dice, con miedo, situación que no le permite aprovechar mejor sus capacidades, por lo cual todo ello todavía le sale menos. Los trabajos escritos le cuestan y él —que se da cuenta perfectamente— aumenta todavía más los niveles de angustia, inseguridad y tristeza. Se crea un círculo vicioso.
En esta situación de sufrimiento pensamos que merece la pena hablar con él, apoyarle, ayudarlo a darse tiempo, recordarle que sus compañeros son más grandes y que él también irá aprendiendo a dibujar y a hacer grafismo como todos.
De todas maneras, además, creemos que sí que merece la pena que consulten con un especialista que, después de conocer el niño y recoger toda la información que necesite, haga equipo con ustedes y con la escuela para mirar de ayudarlo a disminuir los nivel de angustia y sufrimiento. Los aspectos mencionados del carácter de su hijo que usted describe, como por ejemplo la tendencia a estar enfadado y a crear conflictos y enfrentamientos, así como la desazón y la tensión que nos explica, y también la misma inseguridad y miedo, preocupan en orden al carácter y a la estabilidad emocional de su hijo en el futuro.
Si lo desean, pueden dirigirse al CDIAP (Centro de Desarrollo Infantil y Atención temprana) que los corresponda por la zona donde viven. Su pediatra o bien la escuela les sabrán dar la dirección. Naturalmente, también pueden decidirse por una consulta privada. Si desean cualquier otra cosa, no duden a volvernos a escribir.
Es evidente que su hijo se da cuenta de cuando hace las deposiciones, pero le cuesta hacerlas al orinal. Esta no es una situación infrecuente, puesto que hay niños a los cuales se los hace difícil —o los asusta— tener que hacer bastante sentados, teniendo además la sensación que pierden algo de dentro que no acaban de entender. Esto se acentúa todavía más cuando van estreñidos, situación que conviene evitar mediante la dieta. Es muy importante no entrar con el hijo en un pulso de reproches, abucheadas, gritos, castigos… que no harían más que aumentarle la inquietud y la tensión sobre la utilización del orinal. Conviene más bien animarlo a sentarse aunque de momento no consiga hacer nada; irle recordando que allá puede hacer las necesidades, acompañarlo, estar con él el rato que le haga falta, hablarlo y darle tiempo para que pueda irlo aceptante.
Uno se pregunta qué debe de haber pasado o que le debe de estar pasando a su niña por «haberse vuelto» tímida hasta este punto. Es difícil saberlo solo con la información que nos da. Pero el que sí que está claro es que hay que acompañarla, darle tiempo y apoyo, hablar con ella, destacarle las calidades que tiene y las cosas que hace bien, tranquilizarla en relación con las que le cuestan, ayudarla (como parece que ustedes ya hacen) en cuanto al miedo, tal vez al temor de las cosas que puedan fallarle. De este modo, ella se sentirá estimada, tanto si se atreve a hacer las cosas como si no, y podrá ir cogiendo más confianza en sí misma.
Hacia los 2 años, todos los niños pasan por un periodo de autoafirmación, en que muestran que tienen ideas propias y las defienden con todas sus fuerzas. Además, como que todavía son muy pequeños, no saben explicarse, ni pueden ser flexibles, de forma que las pataletas son a menudo muy frecuentes. Hay que darlos tiempo, acompañarlos, ser firmes y a la vegada cariñosos, apoyarlos y explicarlos —aunque no sepamos hasta qué punto nos comprenden— por qué no pueden hacer todo el que vuelan. Despacio, el modelo de los padres tolerantes y cariñosos con ellos, va ayudándolos a madurar y a poder ser ellos también —progresivamente— más flexibles y tolerantes. Generalmente los castigos solo empeoran la situación —aunque sea “ir al rincón de pensar”, que por otro lado no saben qué quiere.
En realidad, usted nos hace varias consultas en una. Yendo por partes, el nivel de lenguaje que describe de su hijo seria just0para un niño que acabara de hacer dos años, pero todavía se podría considerar en la franja del que es normal. Si el niño estuviera cerca de hacer tres, sí que sería muy escaso y preocupante, y haría falta no esperar a hacer una consulta.
Otro punto es la cuestión de fingir que no se entiende el niño para obligarlo a hablar o a hablar más correctamente. A pesar de la buena intención, nunca es una buena idea forzar los niños a habla o tratar que hablen mejor haciendo ver que no se los entiende. Si el niño no tiene la palabra adquirida, no la puede dir. Pero, además, la sensación que tiene el niño que no se lo entiende, el sentimiento de fracaso y de soledad por no conseguir hacerse entender, es muy frustrante y no hace ir más deprisa, sino al contrario: hace que el niño se sienta incapaz, inseguro y que se bloquee más. A pesar de que a usted le pueden haber aconsejado que lo haga así, vale más no hacerlo. Sus enojos no son mala conducta, sino sufrimiento, desesperación. La insistencia y los regaños le generan más malestar y ansiedad —que sale en forma de pataleta— y lo ponen en peores condiciones para aprender.
Será mucho más útil, tranquilizador y estimulante que usted haga todo el posible para entenderlo, y que le repita a él con una frase sencilla, claramente pronunciada, el que usted ha entendido. Así los dos pondrán esfuerzo y él podrá confirmarle que usted pone todo el posible de su banda. De este modo se preserva y se amplía la comunicación entre los dos y él puede ir aprendiendo el habla.
Los problemas de comida y dormir podrían ir asociados a la situación de tensión que ahora se vive entre los dos.
Tener que criar un hijo a solas es siempre muy difícil. Por eso, sería positivo que hiciera una consulta al CDIAP (Centro de Desarrollo Infantil y Atención temprana) que le corresponde por Distrito. El pediatra o la guardería —si va— le sabrán dar la dirección. Ellos podrán orientarla y apoyarle para hacerle menos difícil la función de madre.
Para cualquier otra cosa que necesite, no dude a volvernos a escribir
El que usted explica no es excepcional. A menudo los niños sacan el más maduro de ellos mismos en la escuela, donde los afectos son menos intensos que a casa, donde hay otros niños que sirven de modelo, en comparación con los cuales no se quiere quedar mal… y el más regresivo a casa, donde las necesidades y los afectos son más intensos y dónde hay más confianza. De hecho, que la niña saque las tensiones a casa, a pesar de que le haga las cosas más difíciles, es una muestra de confianza hacia usted, que ya se ve que es la persona central para ella y, por lo tanto, la atención de la cual se desea y necesita más. Se claro que usted dirá: “Qué gracia!”. En realidad, los adultos a menudo basura el mismo: fuera nos contenemos y tenemos más tendencia a sacar el mal humor a casa. Además, a casa hay el hermanito y con los celos tenemos que contar, puesto que no solo tienen celos los hijos grandes de los pequeños, sino que los pequeños también tienen del grandes y ella quizás nota que usted está lógicamente preocupada para darle la atención necesaria al grande.
Usted nos describe un niño muy inteligente, muy capaz especialmente para las funciones verbales, pero aun así bastante frágil emocionalmente, como comenta cuando habla de inmadurez. Parece muy exigente, tanto con él mismo como con los otros, y que necesita que todo sea muy correcto y esté muy bien hecho, que nunca falle nada. Por él, que algo no salga bien es un gran fracaso o un desastre, por eso sufre y se desespera. Diríamos que le cuesta aceptar ser niño, o sea ser pequeño, y que las cosas cuesten o no siempre salgan bien. De hecho, él rechaza los niños de su edad porque son niños, son pequeños, están apenas aprendiendo, mientras que él “ya sabe”. Parecería como si él mismo hubiera estado muy exigido o hubiera tomado la valoración de ustedes como exigencia: quizás, lógicamente, se le ha celebrado mucho su capacidad y él ha sentido que para ser aprobado, para complacerlos, había que hacerlo todo muy bien, y ahora necesita destacar para sentirse seguro.
Usted nos dice que su hijo es un bebé muy nervioso, muy ansioso, con un estado de tensión que le impide dormir las horas normales de un niño de su edad, y al que algunas situaciones, como ir en coche o en su cochecito, lo intranquilizan muchísimo y lo desorganizan. También nos dice que solamente es posible tranquilizarlo en brazos y que si no lo pueden tomar en brazos no deja de llorar. Evidentemente, ésta es su forma de descargar la tensión. Es lógico que, en estas situaciones, usted le tome la mano, le hable y le cante para acompañarlo, como dice que hace, pero a él, el hecho de oírla y tocarla, tenerla tan cerca y no estar en sus brazos, debe de hacérsele insoportable. Todo ello nos sugiere temores, o incluso pánico, que expresa con su estado de alerta y su necesidad de control que le impiden dormir. Creemos que es muy importante que ustedes le ofrezcan contacto corporal siempre que sea posible, hasta que el niño, cuando sea un poco mayor, se haya ido tranquilizando y pueda separarse progresivamente. Cada niño tiene sus ritmos y sus necesidades. Quizá de momento podrían salir a la calle llevándolo en un pañuelo o en una mochila para bebés, haciendo que note el contacto con el cuerpo de la madre o del padre e intentar el máximo tiempo de relación y de contacto corporal para darle seguridad. Sugeriríamos que por ahora intenten evitar en la medida de lo posible las situaciones que más inquietan al niño, para irlas recuperando paulatinamente a medida que se pueda. Se trata de que puedan ir haciendo las cosas normales, pero sin de momento forzar al niño más de lo imprescindible, con el fin de que se vaya tranquilizando y su nerviosismo y su carácter no se agraven. Queda claro que en su familia, ahora, todos lo están pasando mal y ustedes viven la angustia que representa oír al bebé llorar constantemente. En estas situaciones no es nada fácil para la madre —para los padres— tener la suficiente calma como para atenderlo convenientemente y poder ayudarlo a tranquilizarse.
Pensamos que sería conveniente que pudiesen contar con el apoyo de un profesional que les ayudara a encontrar formas de conseguir que su hijo pueda estar más tranquilo y se mantenga más organizado. Podrían consultar en el Centro de Desarrollo Infantil y Atención Precoz (CDIAP) que les corresponda según el sitio donde viven. Son servicios públicos y gratuitos. El pediatra de su hijo les podrá dar la dirección y el teléfono del mismo.
La situación que nos describe no es extraña, puesto que para algunos bebés pasar a comer con cuchara es un paso complicado. Cuando no la voz a usted acepta comer alguna otra cosa porque él sabe que aquella persona no ofrece posibilidades de pecho, pero si es usted quien le da la comida, sabe muy bien que le puede dar el pecho y no acepta jefa otra cosa. Diez enfadarse y hacer la guerra porque siente que usted, pudiéndole dar el pecho que él tanto quiere, le priva y lo frustra. Parece que usted está preocupada con la impresión que, si continúan así, no se desenganchará nunca, ni en el año ni más tarde, y que, además, irá mal nutrido según indica la enfermera. Pensamos que no pasará nada de esto, puesto que usted es una persona sensible que se puede salir muy bien.
La situación que usted nos refiere es bastante usual. No es extraño que a los bebés les cueste aceptar los cambios en la alimentación, ya que se encuentran de golpe con sabores desconocidos y con una forma de comer distinta de la habitual: la cuchara. De todos modos, en un mes su hijo ha hecho buenos progresos ya que ¡acepta la fruta!
Es cierto que es necesario que progresivamente tomen una dieta más variada, con nuevos nutrientes, pero su hijo ya ha empezado, y de esto es de lo que se trata.
El hecho de que usted pueda darle tiempo, no lo fuerce, y le permita irse familiarizando progresivamente con los nuevos sabores, consistencias, etc., permitirá que él pueda realizar el proceso de diversificar los alimentos que toma sin sentirse presionado y, por lo tanto, con menor ansiedad y malestar. Se trata de que tenga una alimentación correcta, pero también una situación emocional tranquila. El momento de comer es también un buen momento de relación y de juego, que puede ser muy agradable, preparando un buen futuro en esta área.
Para que su hijo pueda irse acostumbrando, vale la pena que cada día le ofrezca la papilla de cereales antes de una toma de pecho. Prepare muy poquita y déle solamente una cucharadita de las de café. Ante el sabor que no conoce o no le gusta, seguramente hará las muecas que ya sabemos. Después, que mame tranquilamente. Poco a poco se irá acostumbrando al sabor y usted verá que podrá aumentar la cantidad de papilla y reducir la toma de pecho. Cada bebé necesita un tiempo distinto, y como decíamos más arriba, es mejor dárselo. Cuando ya tome bien las papillas de cereales, será el momento de comenzar con las papillas de verduras. Suele ser buena idea comenzar con las hortalizas dulces (zanahoria, calabacín, patata y algunos guisantes); también se pueden hacer pruebas para ver qué le gusta más. Para que a usted no le sea tan complicado, puede preparar una cantidad y congelar pequeñas dosis. De esta forma podrá repetir lo de irlo acostumbrando poco a poco, comenzando por una cucharadita e ir ampliando según a él le vaya resultando atractivo.
De todos modos, si necesita cualquier otra orientación no dude en volver a escribirnos.
Niños de 5 a 12 años
Cuando un niño “se porta mal” es que algo le pasa. El niño que “se porta mal” es un niño que se siente mal, que sufre y no sabe expresarlo, o mejor dicho, que lo expresa de esa forma. No sabe salir solo adelante. Puede estar tenso, enfadado, asustado… pero siempre necesita ayuda. Ningún niño crea problemas —ni los padece— si puede evitarlo. Por ello, no hay castigo justo. El castigo es siempre injusto, impuesto desde los que tienen la fuerza y el poder: los adultos. Es mejor tratar de captar qué le pasa al niño para poder ayudarlo, apoyarlo, estar a su lado. Es mejor estar disponible para escucharlo, darle tiempo. Cuando un niño “se porta mal” es cuando más necesita ayuda y comprensión por parte de sus adultos.
Diríamos que nunca, que no se trata de castigar, sino de ayudar al niño. En realidad, los adultos castigamos desde la irritación, el enfado, la frustración, la impotencia, no desde nuestro cariño hacia el niño. Aunque lo justifiquemos con racionalizaciones y digamos que “lo hacemos por él”, el castigo es siempre una especie de venganza de los adultos, que deteriora su relación con el niño, ya que le despierta sentimientos de impotencia, injusticia y resentimiento. Además, el niño al que se castiga tiende a desarrollar una idea negativa de sí mismo, se siente malo, y esto disminuye su autoestima y no ayuda a su crecimiento. Es necesario buscar sistemas para ayudar al niño a salir de este tipo de conducta y de relación. Da mucho mejor resultado la tolerancia, la paciencia, el apoyo, la disponibilidad, y tener confianza en lo positivo del niño.
Si va mal en los estudios es que necesita ayuda por parte de los adultos: padres, quizá maestros… Si un niño puede ir bien, lo hace sin necesidad de premios; si va mal es que por su cuenta no puede hacerlo mejor. Los castigos empeoran la situación, desmoralizan al niño, disminuyen su autoestima, pueden llegar a hundirlo. Muchas veces, en el fondo de un chico que no va bien en los estudios hay un chico deprimido, desmoralizado, que ya ha tirado la toalla, que se cree tonto o que no podrá salir adelante. Privarlo de las cosas que precisamente le gustan es aumentar su desmotivación. A menudo, las cosas que le gustan son actividades en las que tiene éxito, se siente capaz —y por tanto son imprescindibles para mantener cierta confianza en sí mismo— o en las que busca refugio. Es esencial llegar a saber qué le sucede, y cómo ayudarlo. A veces se requiere la ayuda de un psicólogo.
El niño celoso es un niño que sufre. Algún acontecimiento —habitualmente pensamos en el nacimiento de un hermano, pero por supuesto hay muchísimos otros— ha hecho que se sienta desplazado, no querido, y eso lo hace sentir también poco válido, poco satisfactorio para los demás, generalmente los padres. A menudo se habla de los celos de un niño recriminándoselos, “afeándole” su reacción celosa, como si no se pudiera tenerlos. En cambio, es importante recordar que los celos son un sentimiento universal, que todos conocemos por experiencia porque al menos en alguna ocasión los hemos sufrido. Por eso, al niño celoso hay que reconfortarlo, estar a su lado, darle seguridades. De esta manera podrá ir tolerando mejor la situación que le ha generado los celos e irá superándola.
A los miedos irracionales que no se corresponden con un peligro en el entorno del niño los llamamos fobias. Es cuando un niño —o un adulto—, a pesar de darse cuenta de que su miedo es injustificado, no puede evitarlo y no puede acercarse a según qué situaciones: la oscuridad, un perro… Las fobias son un sufrimiento, una ansiedad, que corresponde a imágenes y expectativas negativas en la mente de la persona. A veces se tiene la idea de que al niño que tiene una fobia hay que acostumbrarlo, curtirlo, a base de ponerlo en contacto con aquello que le da miedo. Si tiene miedo a la oscuridad, por ejemplo, pues que duerma a oscuras o tenga que moverse por la casa sin encender las luces. Este procedimiento, además de hacer sufrir mucho al niño, puede determinar que cada vez esté más inseguro y asustado, más frágil. Para ayudarlo a superarlas, a modificarlas, hay que, como siempre que se trata de ansiedad, darle tiempo, apoyo, seguridad. Si forzándolo mucho, ridiculizando su miedo como a veces se hace, el niño llega a “hacer de tripas corazón” la apariencia habrá cambiado, pero en su interior la fobia quedará encapsulada, disociada, constituyendo un punto frágil en su personalidad que puede derrumbarse ante situaciones difíciles. Superar una fobia requiere tiempo, pero es mejor tomarse ese tiempo que cambiar sólo la apariencia. Según la importancia del problema se necesitará ayuda de psicólogo.
¡Ni mucho menos! Dejarle hacer todo sería abandonarlo a sí mismo. Por el contrario, hay que ayudarlo a diferenciar lo que puede hacer y lo que no, a comprender las consecuencias de sus actos; hay que indicarle claramente, aunque con flexibilidad, que depende de las circunstancias, hasta dónde puede llegar y de dónde no puede pasar. Lo que sucede es que esto, como toda tarea educativa, requiere siempre la paciencia necesaria y una suficiente “prestación personal”, o sea dedicar tiempo, conversar con el niño, y también lo que llamamos “predicar con el ejemplo”. A veces los adultos estamos muy atareados o tensos y queremos resultados en el acto, métodos expeditivos que a menudo deterioran la relación con el hijo y las posibilidades realmente educativas.
Tiene usted razón al pensar que es necesario un diagnóstico a fondo, que considere no sólo los síntomas, lo visible, del niño, sino también lo que hay detrás, lo que el niño está viviendo y le está inquietando. Debemos recordar, además, que la medicación puede tener efectos secundarios y esto hace aún más necesario un diagnóstico preciso y un tratamiento adecuado.
Lo aconsejable es llevarlo a un Centro de Salud Mental donde estudien bien el problema y les propongan una pauta de tratamiento amplia, que tenga en cuenta los distintos aspectos.
Si usted lo desea, puede acudir al Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) que le corresponde por distrito. Su pediatra o la escuela del niño sabrán darle la dirección y el teléfono correspondientes. También puede, por supuesto, consultar a un centro privado. Si decide venir al nuestro, encontrará el teléfono para pedir hora en nuestra WEB.
Tenéis razón de plantearos la consulta a un especialista, puesto que los dibujos que hacen los niños, como sus juegos y su imaginación en general, son expresiones del que tienen a la mente, es decir, de su vida interior y, por lo tanto, expresan sus vivencias, ansiedades y bienestar. Además, a pesar de que el niño, por el que decís, va bien en conjunto y tiene muchas buenas calidades —sociabilidad, buen rendimiento escolar, habilidad para el dibujo, etc.—, también es cierto que exprés ansiedad a través de las pesadillas y de las imágenes de monstruos que pueblen su mente y que lo invaden sin que él lo pueda controlar. Este es un sufrimiento latente, que no se manifiesta abiertamente más que por las pesadillas, pero que es allá y que es un signo de riesgo.
La consulta al especialista tendría que servir para conocer todo esto mejor y poder diferenciar la importancia o no de estas manifestaciones. Consultar no quiere decir tener que hacer forzosamente algo más, pero poder hablarlo, recibir unas orientaciones y quizás un seguimiento, sí que serían medidas preventivas válidas e higienizantes, que saldrían al paso de cualquier situación de riesgo que requiriera ser atendida.
En Cataluña existe una red pública de Centros de Salud Mental Infantil-Juvenil (CSMIJ). A buen seguro la escuela o el pediatra de vuestros hijos os sabrán dar la dirección del que os corresponde. Podéis, obviamente, también consultar el centro privado que decidís.
Si deseáis algo más, no dudáis a escribirnos.
Tiene usted razón al pensar que es necesario un diagnóstico a fondo, que considere no sólo los síntomas, lo visible, del niño, sino también lo que hay detrás, el conjunto de sus características, lo que el niño está viviendo, sus sensibilidades; todo lo que pueda ser causa del trastorno. Lo aconsejable es llevarlo a un Centro de Salud Mental donde estudien bien el problema y les propongan una pauta de tratamiento amplia, que tenga en cuenta los distintos aspectos de su personalidad y de su evolución.
Si lo desea, puede acudir al Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) que le corresponde por distrito. Su pediatra o la escuela del niño sabrán darle la dirección y el teléfono correspondientes. También puede, por supuesto, consultar en el centro privado que usted elija.
Si desea consultar algo más, no dude en escribirnos.
Por el que usted nos explica, su hija tiene dificultades para aceptar estas tareas que le proponen como manera de colaborar en las obligaciones domésticas.
Reacciona con mucha rabia a la frustración que le supone tener que cumplir determinadas obligaciones, que probablemente no entiende y seguro que no le vienen nada de gusto. Tienen razón cuando se plantean que la educación tiene que ir hacia aquí: que los hijos colaboren en las tareas caseras y que las cosas se hagan entre todos. No hacer nada de la tarea del hogar significa quedarse en una posición regresiva de no aprender y de usarse, nada útil en el futuro de los jóvenes.
Ahora bien, en cuanto a su hija hay que tener en cuenta la edad: es pequeña y las cosas nuevas se van asumido progresivamente: hay que darle tiempo, pedirle una colaboración progresiva, que de momento puede ser incluso intermitente, en el sentido de que lo haga algunos días, pero otros, en que le cueste más, de momento todavía no lo haga. También hay que tener en cuenta la manera como le proponemos o pedimos a la niña esta colaboración. Quizás la niña lo siente como una imposición y no como un “hacer las cosas entre todos”, “poner su grano de arena”, “hacer como los padres”.
Sería bueno que esta enseñanza fundida progresiva, gradual y sin forzar, más basado a motivar a la niña e ilusionarla que no obligarla o forzarla.
En cuanto a su reacción, habría que poder tranquilizarla y ayudarla a través de la tolerancia de ustedes a la situación. La pataleta es, de hecho, la expresión de la carencia de recursos para elaborar y aceptar la frustración que siente en aquel momento. Si ustedes le ofrecen un modelo diferente, mostrándole cómo son capaces de aguantar la ansiedad y la rabia de ella, estarán mostrando a la niña una firmeza y una manera de hacer que ella podrá ir interiorizando progresivamente.
Si desean alguna aclaración, no duden a escribirnos.
Deseamos añadir que multitud de trabajos serios demuestran que tener la “lateralidad cruzada” no tiene que dar necesariamente problemas; de hecho, es común a mucha parte de la población, y no le representa ninguna dificultad.
Por eso, creemos que tendrían que hacer una consulta a un servicio de psiquiatría y psicología de niños y adolescentes. Con todos los datos que los haya que recoger, ellos podrán decir cuál es la manera más adecuada de ayudar su hijo.
En Cataluña hay una red de Centros de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) desplegada en todo el territorio. Tendrían que preguntar en la escuela del niño o al pediatra qué los corresponde a ustedes según su dirección. Allá los sabrán orientar sobre el que nos preguntan. Evidentemente, también pueden consultar privadamente.
Cualquier otra cosa que deseen, no duden a volvernos a escribir.
Lo que usted describe hace realmente pensar que, cerca del cumpleaños de la muerte del abuelo, el niño está reviviendo el luto por su pérdida. Además, está en una edad —los 5-7 años— en que los niños preguntan y se preocupan por la muerte y necesitan hacer su elaboración. Seguramente se añaden otros elementos, que podrían tener que ver con el que se esté viviendo a la familia, con la manera como han elaborado el luto los adultos o con algo que el niño está viviendo, que quizás será difícil de encontrar, que intensifica su situación emocional.
Lo que usted explica hace pensar que su hija está atravesando, por la razón que sea, o desencadenado por el motivo que sea —que el más seguro es que ella realmente no sepa— un periodo de decaimiento, con elementos depresivos de fondos. La ayuda de ustedes, que estén a su lado, que lo escuchen y que a ella le quede clara su presencia incondicional, es enormemente importante. Lo es que ustedes sigan con ella aunque la niña no los sepa explicar qué le pasa. Pero parece que ahora, además, necesitaría ayuda especializada, o sea, la consulta a un psicólogo que entienda en funcionamiento emocional y funcionamiento humano en general, que haga una exploración completa y que pueda aconsejarlos sobre que hay que hacer. Pensamos que vale más fiero esta consulta antes no se establezcan círculos viciosos que empeoren la situación y hagan más difícil modificarla y encarrilarla. Usted describe una niña guapa, con una pila de recursos, que si recibe la ayuda adecuada se saldrá bien y saldrá adelante tan bien o mejor del que lo hacía.
Por lo que dice, puede tratarse de un niño inteligente pero con algún problema de maduración de algunos aspectos o facetas, que den como resultado este síntoma: la dificultad de mantener la atención suficiente rato. Si así fuera, se entiende muy bien que el niño lo sufra y no pueda hacer nada por su cuenta, es decir, que necesite ayuda para madurar estas funciones. Usted dice que el niño se da cuenta y lo sufre, lo describe consciente del problema y deseando arreglarlo aunque no sabe cómo. Todo el que sea presionarlo, reñirlo o castigarlo es contraproducente, puesto que aumenta el malestar, la preocupación, la ansiedad y el sufrimiento del niño y empeora la situación, haciendo que todavía sea menos capaz de concentrarse. Se trata de hacer una consulta a un psicólogo que, después de que ustedes le expliquen a fondo la situación y los antecedentes que hagan falta, explore el niño y una vez tenga claro cuál es el problema pueda orientarlos sobre que hay que hacer para mejorar la situación. El hecho que él se dé cuenta y sufra es ya un paso para que quiera ser ayudado y ponga de su banda.
Por la manera en que usted nos plantea la situación, parece que se ha dado un cambio drástico y repentino en el estado de ánimo de su hijo, coincidiendo con un período vacacional en el que probablemente ha podido disfrutar más de su familia, su hogar, etc. Probablemente ni él mismo sepa las causas de su malestar, y eso hace que la situación le resulte, si cabe, más angustiosa.
Usted valora que posiblemente el niño les está llamando la atención sobre algo, y es por eso que vale la pena acompañarlo en su desazón, ayudándole a darle sentido a las cosas que está sintiendo y mostrándole que ustedes están allí, comprendiéndole, escuchándolo y ofreciéndole apoyo en ésta y cualquier otra situación que se pueda presentar. Eso puede calmar a su hijo y mostrarle un buen modelo para poder enfrentarse a la angustia que le produce “volver” a separarse de los suyos tras un tiempo tan gratificante como parece haber sido el descanso de Navidad.
De todos modos, si la situación persiste, sería recomendable una consulta a un psicólogo que pudiese valorar, a través de una exploración amplia, qué le está sucediendo a su hijo.
Dicha consulta la pueden realizar en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) que les corresponda por distrito, o bien optar, si lo prefieren, por una consulta privada.
Si en el colegio le dicen que al niño le pasa algo que le dificulta atender y aprender y usted lo nota “movido”, hemos de recomendar que consulte a un psicólogo que haga un estudio psicológico a fondo del niño, con tests y todo lo que sea necesario para orientarse bien sobre qué le sucede, ya que los datos que usted tiene hasta ahora no son suficientes. El hecho de ser movido (inquieto) y que le cueste atender puede deberse a factores muy diversos y cada uno de ellos necesita una forma específica de tratarlo psicológicamente. Lo primero y básico es saber bien y ampliamente en qué consiste el problema del niño y, por tanto, qué es lo que hay que hacer. Usted tiene razón en tener sus dudas acerca de la medicación, ya que es necesario cerciorarse bien de qué sucede, si realmente se necesita medicación y cuál es la indicada. A menudo sucede que una medicación por sí sola no es suficiente para mejorar problemas como el que usted nos explica. Incluso es posible que el niño necesite la ayuda de un tratamiento psicológico.
La consulta pueden hacerla en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) que les corresponde por distrito. La misma escuela o el pediatra pueden decirles dónde está y darles el teléfono para pedir hora. Por supuesto, también pueden dirigirse a una consulta privada.
Para cualquier otra cosa que deseen consultarnos, no duden en volver a escribir.
Tiene usted razón en querer realizar esta consulta sin perder tiempo. Sí, señora, nosotros podemos hacer un estudio a fondo del problema de su hijo para llegar a un diagnóstico y a una orientación sobre lo que es necesario hacer. En nuestra web encontrará el teléfono para pedir hora. En principio también podemos ocuparnos del tratamiento o de indicar un profesional adecuado para realizarlo, pero esto se debería hablar una vez realizada la exploración, cuando se tenga claro qué debe hacerse.
También pueden ustedes consultar en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) que les corresponda por distrito. Estos centros son sectorizados, públicos y a cargo de la Seguridad Social. La escuela o el pediatra les podrán dar la dirección y el teléfono para pedir hora. De todos modos, si desea consultar en nuestro centro, la atenderemos con mucho gusto. Y para cualquier otra cosa que desee consultarnos, no dude en volver a escribir.
Por lo que usted nos dice, sería conveniente que hicieran una consulta al CSMIJ (Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil) que corresponda a su distrito. El colegio de su hijo o el pediatra les podrán dar la dirección y el teléfono para pedir hora. Por supuesto, también pueden dirigirse a una consulta privada.
Creemos que la situación que usted describe, que quizá ya lleva un cierto tiempo de evolución, requiere ser atendida pronto, ya que sugiere problemas en la relación del muchacho con los demás y también entre ustedes y el riesgo (si no se ha establecido ya) de círculo vicioso que empeore progresivamente las cosas. La consulta debería aclarar el fondo de la situación y debería aportar orientaciones (y quizá también tratamiento psicológico) que mejoren la evolución.
Por el que usted explica es evidente que Judith ha establecido una fuerte relación de dependencia de su amiga. En estas formas de relación las dos personas implicadas participan con aspectos de su propio carácter y de su personalidad. En la de Judith y su amiga intervienen, evidentemente, las características de personalidad de la amiga, pero también las de Judith, que la llevan incluso a aceptar este maltrato. La dependencia excesiva no le permite hacer crítica de la situación ni encontrar formas de resolverla por ella misma. A pesar de que no nos lo dice, podría ser que, por esta amistad, Judith se haya ido alejando otras niñas con quienes el trato podría haber estado más igualitario, hecho que hace que todavía se una más a “la amiga”. Pensamos que sería útil que profesionales especializados pudieran estudiar a fondo esta situación y los ayudaran —haciendo equipo con la escuela— a hacer que su hija modificara su manera de relacionarse, pudiera ampliar el círculo de amistades y no tuviera que aguantar de nadie ninguna situación de maltrato.
A esta edad, en caso de duda, como lo que les está sucediendo a ustedes, es mejor que la niña no vaya a las colonias. Mas aún cuando las niñas que la han tomado con la de ustedes estarán también en ellas. Antes sería necesario explorar bien la situación, aclarar qué está sucediendo y resolverlo. Por lo que cuentan parece que, claramente, hay una situación de relación entre las niñas en la que su hija recibe la peor parte y en la que la escuela debería intervenir. Por otro lado, sería necesaria una consulta acerca de su hija, para conocer su carácter, sus tendencias y reacciones, las formas en que se relaciona, las dificultades que pueda tener, para llegar a entender lo que ha vivido y las razones por las que le cuesta defenderse. Este estudio podría además ser importante para orientarse en relación al futuro de la niña en cualquier situación de dificultad. Por supuesto, también estaría bien que se consultara por las otras niñas, por lo menos las promotoras del acoso, pero esto no está en nuestra mano resolverlo.
Para el estudio, les aconsejamos que se dirijan al Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) que les corresponda por distrito. La misma escuela o su pediatra les podrán dar la dirección y el número de teléfono. Naturalmente, también pueden dirigirse a una consulta privada de psicología.
Si desean consultar algo más, no duden en volver a escribirnos.
Con la trayectoria que usted explica, sería aconsejable no esperar más a hacer una consulta en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) que los corresponda según el lugar de su domicilio. Se trataría de aclarar la situación subyacente a este síntoma, o sea, se tendría que hacer una exploración psicológica del niño y de su relación con el entorno para tener más claro qué está pasando. Usted misma nota cambios, no solo en el control de esfínteres, sino también en la relación con usted, que deben de tener que ver con las vivencias por las cuales él está pasando en estos momentos. Ya se ve que aunque el síntoma remita en algunos periodos, en el fondo la situación está latente y se puede volver a manifestar en cualquier momento. Haría falta también valorar la orientación terapéutica a seguir. La escuela o el pediatra los podrán dar la dirección del CSMIJ. Naturalmente, también pueden dirigirse a una consulta privada.
Por lo que usted dice, parece que ésta es la primera vez que sucede una cosa así, la primera en que su hijo toma un objeto de un compañero, mintiendo y diciendo que se trata de una broma. Si es así, lo mejor sería que lo pudieran hablar (él y usted o él y su padre, el que tenga más capacidad para conversar con el hijo), lo pudieran escuchar y le pudieran expresar su preocupación por el tipo de “broma”, por la mentira, por el malestar que le hizo pasar al compañero… Se trataría de conseguir una conversación lo más distendida posible, en la que le aclararan que no lo quieren reñir, y mucho menos castigar, y que realmente creen que no quería hacerle daño al compañero. Reñirlo o castigarlo no serviría más que para disminuir la confianza de su hijo en ustedes y, por lo tanto, sería negativo, pero tratar de conversar amistosamente puede, por el contrario, ampliar la confianza y facilitar conversaciones posteriores, que si se pueden llevar bien serán posibles incluso en situaciones difíciles.
En caso de que se repitiera una situación parecida, las medidas a tomar creemos que deberían ser muy distintas, pero nunca en la línea de la recriminación o el castigo que son siempre negativos en la relación entre padres e hijos, sino en la de averiguar qué le sucede a su hijo, cuál es el problema que lo empuja a una conducta de este tipo. Se trataría de realizar una consulta psicológica. Si algo parecido se repitiera, vuélvanos a escribir.
El síntoma al que generalmente se llama “mutismo selectivo” puede corresponder a niños muy distintos unos de otros: puede tratarse de niños vergonzosos, a los que les cuesta hablar cuando no conocen a las personas; en el otro extremo, puede tratarse de un “bloqueo”, aunque también existen muchas otras posibilidades… Más que el síntoma, de todos modos, lo más importante es el conjunto de la personalidad del niño, es decir, las cosas que suceden en su fondo, sus formas de vivir las situaciones y de reaccionar, la ansiedad que pueda padecer, la estructura de su personalidad, sus emociones, su inteligencia…
En el caso de su hija, hay que tomar muy en serio que hace siete años que se mantiene el síntoma, aunque se haya atenuado cuando ella está en su aula. Por todo esto debemos aconsejarle una consulta psicológica que permita llegar a un diagnóstico amplio y completo, en el que se aclaren las distintas facetas del problema y se llegue a la orientación terapéutica necesaria para resolverlo. Hay que pensar que la niña puede necesitar tratamiento psicológico.
Si lo desean, pueden consultar en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) que le corresponda por zona. La misma escuela podrá darle el teléfono para pedir la hora. Por supuesto, pueden también realizar una consulta privada.
Si desean alguna aclaración, no duden en volvernos a escribir.
Generalmente, la edad de aprender a leer y escribir se considera que son los 6 años, primero de primaria. Por lo tanto, su hija todavía es pequeña y quizás no se ha interesado mucho por estos aprendizajes. No todos los niños se interesan en la misma edad. En general, a los 5 años, la escuela se los va introduciendo, pero sin poner mucha exigencia; más bien como un juego o algo que puede ser divertido. Si la manera de hacerlo fuera demasiado exigente y poco atractiva, el problema podría ser hacerle aburrir la lectura y la escritura y esto después se hace difícil de cambiar. Eso sí que sería un problema. Vale más seguir tanto como sea posible el ritmo de ella, interesarla, hacerle atractivo el aprendizaje, darle tiempo, buscar técnicas que lo estimulen, aunque lo aprenda algo más tarde.
Consultar un especialista no es grave. La consulta en sí misma no nos indica todavía nada, no es signo de gravedad. También, en general, se consulta regularmente el pediatra, por ejemplo. La consulta seria para aclarar qué pasa y para orientarse sobre cómo enfocarlo para mejorar la situación.
La edad de aprender a leer y escribir es hacia los 6 años, en el primer curso de primaria, quizás con una introducción previa a P-5. Pero la profesora debe de notar cosas —quizás la dificultad de concentrarse de la niña— que le hacen pensar que es mejor no tardar a consultar para ir orientados desde ahora y hacer el que haga falta para ayudar la niña. Nos parecería una buena idea hacer caso de la profesora.
Parece desprenderse de su pregunta que de preocupada por el niño ya está, cosa muy natural viendo que sufre, está apático y se muestra infeliz. Por el que ha hablado con él, usted ha deducido que la causa es los celos, pero probablemente las causas sean múltiples, sin que el niño mismo sea totalmente consciente. Él, yendo a la habitación y haciendo los deberes a solas, daba la impresión de una autonomía que no tenía tan lograda como parecía. Hay que remarcar que no es habitual que los niños de 7 años tengan tanta, de autonomía; en esta edad siempre es preferible que estudiar y los deberes sean una actividad en la cual se lo acompañe, por la cual se lo interese, en qué él vea un estímulo, no una obligación. El mismo en cuanto a los problemas con el hermanito; los castigos no harán más que aumentar el sentimiento de infelicidad y de ser doliendo por parte del niño, a pesar de que parezca que él sabe el que hace cuando molesta el hermano. Más y todo: los castigos aumentan también el sentimiento de celos, de inadecuación, de haber perdido el aprecio de los padres, y así sucesivamente. Si hay un problema de celos, haría falta que usted lo ayudara a sentirse estimado y cuidado, que lo separara del pequeño, impidiendo así que lo moleste y mortifice. Cuando un niño hace sufrir el hermanito después se siente mal, doliendo, culpable, cosa que no hace más que estimular la inquietud, el malestar y el sentimiento que no lo estimarán, y lo llevan a estar más celoso y a sentirse más infeliz.
Adolescencia
Parecería que este novio, en plena adolescencia, y movido por los sentimientos que sea —quizás, como usted dice, celos— está poniéndolos las cosas difíciles a pesar de que, según su relato, ustedes tienen bastante paciencia y el chico bastante calidades y posibilidades.
Por otro lado, estas dificultades nos dan la medida del malestar y el sufrimiento del chico, que se manifiesta así porque no sabe hacerlo de otra manera. El riesgo que vemos es que, a las relaciones, se fijen unos círculos viciosos que ya se empiezan a entrever. Uno tiende a pensar que aquí haría falta una consulta con un psiquiatra o psicólogo especializado en adolescentes, para habla esta situación detenidamente con los padres y con el chico, y llegar a encontrar las intervenciones necesarias para que las cosas puedan mejorar.
Por el que nos dice, su hijo podría tener algún problema de aprendizaje de la escritura de tipo disléxico, pero tal y como usted ya apunta habría que saber más al respeto y hacer una exploración global del chico. Puede consultar en el Centro de Salud Mental Infantil-Juvenil (CSMIJ) que le corresponda según la zona de residencia. Los CSMIJ son centros públicos, financiados por el Instituto Catalán de la Salud. El médico de cabecera o la escuela sabrán darle la dirección del que los corresponde según el lugar donde viven. También puede consultar en algún centro privado. Si desea hacerlo a nuestra Fundación, encontrará el número de teléfono en la página web.
Por lo que usted nos dice, su hija lo pasa muy mal debido a temores y ansiedad que seguramente van con ella desde hace mucho tiempo; durante un período, al inicio del curso con todas sus novedades, se habían exacerbado, y más recientemente sólo le ha faltado el susto del intento de atraco para agravar su situación y que ella se sienta aún peor. Todo esto sugiere que se trata de una situación emocional de fondo, algo de su personalidad que se agrava si vive situaciones traumáticas o inquietantes para ella. Se trata de un problema que debería estudiarse bien. Por ello, sería recomendable realizar una consulta profesional psicológica o psiquiátrica, que ayudara a aclarar el trasfondo emocional, de personalidad, de los miedos de su hija y, a partir de ahí, poderlos tratar y resolver de la manera más adecuada. Para ello pueden acudir al Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) que le corresponda por distrito. Su pediatra o la escuela de la niña sabrán darle la dirección y el teléfono correspondientes. También puede, por supuesto, consultar en un centro privado.
Si desea algo más, no dude en volvernos a escribir.
Para contactar con un profesional que conozca la cuestión de la dislexia creemos que sería mejor que lo hicieras en un servicio para niños y adolescentes, que en general conocen más a fondo este problema que los que atienen adultos. El que pasa es que los servicios públicos para adolescentes atienen hasta los 18 años. A nuestra Fundación esto se podría resolver porque tenemos consulta privada; por lo tanto, si quieres, puedes pedir hora para esta consulta trucando al número que figura en nuestra web. Otras posibilidades son dirigirte a otra consulta psicológica privada o consultar en el Centro de Salud Mental por Adultos (CSMA) que te corresponda según el lugar donde vivas, y a ver qué te dicen. Tu médico te podría dar la dirección y el teléfono del que te corresponde.
Deseamos que te vaya muy bien en la elección que hagas y cualquier cosa que necesites, no dudes a volvernos a escribir.
Adopciones
Cómo sabemos, la guardería es una necesidad de las familias, no de los niños. Estos pueden hacer todas las experiencias que harían en el medio escolar con la familia, con un apoyo y un acompañamiento más específicos para ellos, situación que los ayudará a sentirse más seguros.
Algunas veces a los padres los es imprescindible que alguien tenga cura del bebé, a pesar de que sea tan pequeño, y no tienen otra elección que la guardería. En general, siempre recomendamos que sea cuanto más tarde mejor: nunca antes de que el pequeño sea capaz de hacer entender sus necesidades y sus deseos a alguien que no es de la familia, señal que podrá comunicarlos a la educadora de la guardería.
En el caso de un niño adoptado, es importante que se le dé suficiente tiempo para reconocer sus padres como tales, poderse vincular consistentemente y también orientarse en la cotidianidad de su nueva vida. Haría falta que los padres —en caso de necesidad, con la ayuda de otro adulto que conozca bien el niño— se ocuparan directamente todo el tiempo necesario de forma que pueda sentirse seguro de la relación con ellos antes no tengan que dejarlo en otro medio, y más sabiendo que le puede recordar al niño la institución donde vivía antes. De todas maneras, cuando tenga que ir a la guardería, se tendría que considerar también el número de niños que hay en la clase, la cantidad de horas que hay de ir y la posibilidad de hacer un periodo de adaptación progresiva antes de tomar una decisión.
La llegada de un nuevo hijo al hogar suele generar inquietud y malestar al hijo o hijos que ya estaban en la familia; necesitan un tiempo para habituarse a ver a sus padres ocupándose de otro niño (aun cuando previamente al nacimiento o adopción pudiesen mostrarse muy ilusionados). Suelen necesitar regresar pronto al hogar —del colegio— para “ver” qué hacen sus padres con el recién llegado y asegurarse también de que ellos siguen siendo queridos, que no han perdido su lugar en el hogar, etc. Si se les permite adaptarse progresivamente a la nueva organización familiar, en general van tranquilizándose de forma progresiva y vuelven a ilusionarse por las actividades propias de su edad.
En el caso que nos refiere hemos de tener en cuenta que, por un lado, su hija es muy pequeña y que a esta edad al salir del colegio están cansados, han tenido que pasar muchas horas alejados de sus padres y desean por encima de todo volver a casa y beneficiarse de la relación cariñosa y exclusiva con sus padres. Además, la hermanita llega con una edad en la que está muy presente en el hogar desde el primer momento, ocupando todos los espacios, puesto que ya se desplaza y pasa muchas horas despierta. Es de suponer, además, que su hija ha tenido que soportar la separación de ustedes durante todos los días del viaje al país de origen de su segunda hija o bien adaptarse a todos los cambios y tensión del viaje. Como seguramente ya se ve, creemos que lo más conveniente es que, de momento permitan a su hija mayor quedarse en el hogar con ustedes, vivir la nueva situación de la familia intensamente con todos y tener el tiempo que necesite para habituarse a ella.
Los niños que han recibido insuficiente atención afectiva durante sus primeros meses o años de vida presentan un trastorno en su evolución emocional y relacional. Además, la adopción les comporta una pérdida de todos los referentes conocidos que, aunque fuesen insuficientes y a veces inadecuados, les permitían estar orientados. Cuando son adoptados deben iniciar la relación con sus padres, quienes inicialmente son para ellos desconocidos, y adaptarse a multitud de situaciones nuevas que comporta la vida en la familia.
El cúmulo de circunstancias descritas anteriormente motiva que conductas como las que usted describe en su hijo sean frecuentes en los niños adoptados durante los primeros lapsos de vida en su familia. Por tanto, inicialmente, no se trataría tanto de “educar” al pequeño y hacerlo desistir de las conductas que usted refiere como de acompañarlo, ayudarlo a tranquilizarse, a sentirse seguro, comprendido y querido. Lo de educar vendrá más tarde y en ese momento será importante, pero no ahora. Pasar de ser unos adultos y un niño desconocidos a ser padres e hijo es un proceso que requiere de un período generalmente largo.
A pesar de lo dicho, pensamos que les sería útil consultar con especialistas que pudiesen orientarlos respecto a cómo abordar las diferentes situaciones que se presentan en el proceso de convertirse en familia. Les sugerimos dirigirse a la unidad de atención post adoptiva del Institut Català de l’Acolliment i de l’Adopció (ICAA) o bien al Centro de Salud Mental Infanto-Juvenil (CSMIJ) que les corresponda según su lugar de residencia; a buen seguro, el pediatra del pequeño sabrá darles la dirección del mismo. Otra posibilidad es consultar en un centro privado. Si desean hacerlo en nuestra Fundación, hallarán el teléfono de contacto en nuestra web.
Como que, por el que usted dice, la dificultad de su hijo se refiere al ámbito escolar, también puede plantearse de consultar en el Centro de Desarrollo Infantil y Atención temprana (CDIAP) que corresponda a su distrito. El pediatra o la escuela le sabrán dar la dirección.
Si necesita algo más, vuelva a escribirnos.
Por la manera en que usted nos plantea la situación, parece que se ha dado un cambio drástico y repentino en el estado de ánimo de su hijo, coincidiendo con un período vacacional en el que probablemente ha podido disfrutar más de su familia, su hogar, etc. Probablemente ni él mismo sepa las causas de su malestar, y eso hace que la situación le resulte, si cabe, más angustiosa.
Usted valora que posiblemente el niño les está llamando la atención sobre algo, y es por eso que vale la pena acompañarlo en su desazón, ayudándole a darle sentido a las cosas que está sintiendo y mostrándole que ustedes están allí, comprendiéndole, escuchándolo y ofreciéndole apoyo en ésta y cualquier otra situación que se pueda presentar. Eso puede calmar a su hijo y mostrarle un buen modelo para poder enfrentarse a la angustia que le produce “volver” a separarse de los suyos tras un tiempo tan gratificante como parece haber sido el descanso de Navidad.
De todos modos, si la situación persiste, sería recomendable una consulta a un psicólogo que pudiese valorar, a través de una exploración amplia, qué le está sucediendo a su hijo.
Dicha consulta la pueden realizar en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) que les corresponda por distrito, o bien optar, si lo prefieren, por una consulta privada.
Nos parece muy adecuado que consulte lo CDIAP que le corresponde.
Cada centro tiene una organización propia en cuanto a papeles que hay que presentar. Por lo tanto, el más práctico será que les telefonee directamente a ellos y los pregunte qué documentos necesitan para poderlos dar hora para la primera visita. Entonces, el profesional que los atienda ya les pedirá los informes que crea oportuno, o quizás preferirá ponerse en contacto directo con la escuela, el pediatra, etc.
Si desea cualquier otra cosa, no dude a volvernos a escribir.
Otras cuestiones
La separación de los padres significa siempre la ruptura del núcleo familiar central del hijo, de su espacio de seguridad; en este sentido, es siempre traumática. Puede llegar a hacerse insuperable cuando los padres siguen peleándose y pleiteando después de haberse separado. También cuando a la pérdida del núcleo familiar se añaden otras pérdidas en cadena, como el contacto con uno de los padres, la casa, la escuela, los amigos, una rama familiar… A menudo, sin embargo, la mala relación entre los padres, con agresividad abierta o distancia e incomunicación, era ya traumática para el hijo; la separación es entonces la culminación de un problema que hace años que existía.
De todos modos, que la separación sea más traumática y dolorosa o, por el contrario, más soportable y superable depende de muchos factores a considerar si se quiere reducir su influencia negativa.
Muchos padres, cuando deciden separarse, consultan a un experto para encontrar la mejor forma de proteger al hijo y ayudarlo a elaborar y superar la situación. Este cuidado puede hacerla menos traumática.
Si no lo hubiera hecho ya, puede dirigirse al EAP (Equipo de Asesoramiento Psicopedagógico) que, como su nombre indica, lo forman psicólogos y pedagogos que asesoran las escuelas públicas (y las concertadas cuando se los lo pide). Ellos se pueden coordinar con la escuela a la cual va ahora su hija y también con los colegios especializados para orientarla respecto a qué puede ser la más adecuada. También lo ayudarán a ver qué escuela es más adecuada los profesionales mismos de cada uno de los colegios de enseñanza especializada, puesto que ellos sabrán si tienen el grupo adecuado para su hija.
El ICAA —el Instituto Catalán por la Acogida y la Adopción— tiene una Unidad de Atención postadoptiva a la cual usted puede dirigirse; el teléfono es el 93 483 18 24. Este servicio puede ofrecer un número de visitas reducido y atiende en especial las consultas que son específicas de la situación adoptiva. Si hiciera falta alguna otra actuación, ellos la derivarán al servicio público que le corresponda por zona.
Como que, por el que usted dice, la dificultad de su hijo se refiere al ámbito escolar, también puede plantearse de consultar en el Centro de Desarrollo Infantil y Atención temprana (CDIAP) que corresponda a su distrito. El pediatra o la escuela le sabrán dar la dirección.
Si necesita algo más, vuelva a escribirnos.
Así, pues, el más importante en el caso de tu paciente seria que pudiera establecer vínculos intensos y estables con sus padres, que le permitan sentirse bastante segura, observar e irse interesando en la manera de habla de ellos. Parecería que está en el buen camino puesto que ya comprende órdenes sencillas y empieza a imitar. Pero naturalmente, esto requiere tiempo puesto que, como decíamos, no se trata de “hacer un cambio de idioma”, sino de recuperar las bases del pensamiento verbal. Los estudios muestran que los niños que provienen de instituciones cogen la evolución normal en los déficits motrices rápidamente, pero que todo el que es área de pensamiento y lenguaje los cuesta mucho más. A menudo vemos que estos niños tienen dificultades de articulación puesto que todo el desarrollo del habla se hace tarde, o sea, no en el momento neurológico óptimo.
Sí que pensamos que hay que hacer tratamiento, pero de momento a través de los padres. Así:
1) Si se sienten apoyados, podrán estar bastante tranquilos por no forzar la niña, hecho que estorbaría el establecimiento de vínculos y su interés para hablar, pero,
2) a la vegada bastante preocupados —la niña se juega mucho!!— como para invertir, ellos, mucho de esfuerzo. Hace falta que dediquen muchos ratos a hacer actividades plegados, mejor si cogen como punto de partida actividades que interesen y motiven la niña. Algunas ideas podrían ser: juego de representación, mirar cuentos, etc. Es válido todo aquello que pueda interesar la niña en la comunicación.
También merece la pena que veas tú a menudo la niña —en presencia de los padres— para valorar la evolución, dar ideas a los padres, etc.
Trabajar los déficits de articulación pensamos que vale más dejarlo por más adelante, cuando la niña misma los note y tenga interés a ser ayudada, en el supuesto de que no los corrigiera por ella misma.
En último lugar, te recomendamos el libro Adopción y vínculo familiar compilado por Vinyet Mirabent y Elena Ricart, editado en 2005 conjuntamente por la editorial Paidós y la Fundación Vidal y Barraquer.
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Por el que explicas, se puede pensar en un niño un poco inmaduro en cuanto al desarrollo de algunas funciones, pero sobre todo un poco frágil y necesidad de mucha atención y apoyo, más del que sería deseable en su edad. El hecho que sea hijo único puede influir, pero uno se pregunta cómo debe de ser la relación con la madre, puesto que puede ser que los repeluses de ella afecten la relación con el niño y lo mantengan más frágil y «pequeño» del que le correspondería por la edad. En cuanto al que se puede hacer en esta situación, vemos dos posibilidades. Una seria seguirlo para observar y evaluar la evolución que habrá hecho de aquí a unos tres o cuatro meses. En este tiempo estaría bien que lo apoyaras y lo estimularas a hacer el que puede hacer, tanto como te fuera posible en el aula. La segunda opción sería hacer una consulta al CDIAP (Centro de Desarrollo y Atención temprana) que los corresponda por Distrito; como que la madre está preocupada, pensamos que le será útil que lo escuchen y lo orienten para evitar círculos viciosos generados por la angustia familiar. Una consulta no significa tener que hacer nada más que explorar el niño y la situación global por saber cómo van las cosas. Si todo está bien, no habría que hacer nada más, o quizás sí, puesto que sería conveniente que se lo volviera a ver pocos meses después para evaluar la evolución. Cómo debes de saber, los CDIAP son centros financiados y dependientes de la Generalitat. También se puede, naturalmente, hacer una consulta privada, pero esto ya es cuestión que tendrá que decidir la familia.