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TEA Y ESCUELA | Desafíos en el comedor

Por Marta Grau, enfermera de la FETB en el CDIAP y CSMIJ de Gràcia

Hoy en día, debido a las dificultades para conciliar los horarios laborales y familiares, un gran número de niños hacen uso de los comedores escolares. Estos ratos de mediodía les permiten socializar, compartir juegos con niños/as de edades similares, descubrir nuevos sabores, alimentos y formas de prepararlos.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando un niño o niña con un perfil TEA (Trastorno del Espectro Autista) se encuentra en un entorno de comedor escolar? Si tenemos presente que en muchos casos son niños con una hipersensibilidad a nivel sensorial, pueden verse en una situación de estrés importante.

Se encuentran en un entorno con una elevada carga de estímulos a diferentes niveles que pueden saturar a los niños y niñas con hipersensibilidades:

A nivel auditivo, existe una gran variedad de sonidos de fondo: las conversaciones de compañeros que a menudo van subiendo de tono, sonido de platos, cubiertos y utensilios de cocina, las voces de los monitores sirviendo la comida y atendiendo a los niños, el sonido de una silla que se tumba, los sonidos de fondo de la cocina…

A nivel visual, hay un gran número de pequeños movimientos que estos niños pueden estar registrando, como los monitores sirviendo comida, las carretillas con la comida circulando por el comedor, el brillo de los cubiertos, la variedad de colores y formas de los alimentos, los movimientos de los compañeros mientras comen, vasos que se tumban… Así como la variedad de colores en los alimentos, que en algunos casos puede suponer una dificultad añadida, sobre todo cuando el niño presenta restricciones en los alimentos de un determinado color.

A nivel de tacto, tocan los cubiertos fríos, la temperatura y textura de los alimentos, la sensación en manos de algunas frutas…

A nivel gustativo, algunos niños TEA captan de forma muy intensa determinados sabores (ácidos, amargos, etc.) en algunos casos llegando a rechazar algunos alimentos por la intensidad y sensación desagradable que les produce el sabor.

A nivel de olfato, encontramos la mezcla de los diferentes olores de las comidas que se preparan, algunos pueden llegar a ser de gran intensidad.

Si a todo esto le sumamos la percepción aumentada de los estados internos y sensaciones viscerales, como la deglución o movimientos de la barriga, latidos cardíacos que aumentan ante el nerviosismo entre otros, crece la sensación de angustia ante la comida.

La suma de todas estas informaciones puede llegar a desbordarles y dificultar el poder llevar las comidas con mayor calma, llegando a generar situaciones de ansiedad, de bloqueo, llanto y frustración.

Por todos estos motivos, sería bueno poder realizar algunas adaptaciones, siempre que sea necesario, para facilitar la estancia a los niños con TEA, de forma personalizada en función de las dificultades que presenten.

Algunas recomendaciones que podrían facilitar la adaptación al comedor, después de realizar una evaluación de las características y necesidades del niño/a TEA:

1. El niño o niña debería poder contar con una persona referente en el comedor (a ser posible siempre la misma persona).

2. Procurar un entorno tranquilo.

3. Buscar una mesa en la zona más tranquila del comedor (al inicio, si es necesario, buscar una sala o despacho para que el niño coma acompañado de su referente).

4. Contención sensorial y emocional (cascos auditivos, cubiertos de tacto agradable, dar tiempo y soporte).

5. Facilitar una información visual anticipada de los platos que comerá, en el mismo orden en que los va a tomar.

6. Realizar las adaptaciones alimentarias según las necesidades de cada niño (texturas trituradas, temperaturas aceptadas, colores de alimentos…).

7. Realizar una introducción progresiva de nuevos alimentos, texturas, colores o formas de prepararlos.

El hecho de llevar a cabo un programa adaptado a las necesidades de los niños y niñas con TEA puede resultar muy enriquecedor, ya que permite reducir la frustración, vivir de forma más positiva las ingestas y facilitar una mejor evolución en su relación con los alimentos.

A la larga podrá ser un espacio en el que podrán ver el funcionamiento de otros niños y niñas, relacionarse, aprender nuevas habilidades y probar nuevos sabores, siempre que se haga de forma progresiva y adaptada a sus características.

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