Por Inma Villa, psicomotricista de la FETB en el CDIAP de Gràcia
La psicomotricidad facilita poder mirar al niño/a de forma global, cómo se expresa a través y con su propio cuerpo.
Por este motivo, son importantes los espacios de psicomotricidad en las escuelas, ya que dan la oportunidad de poder disfrutar de momentos de juego motor, expresión corporal, oportunidades de hacer, pensar y ser, de relación con los demás y con los adultos que acompañan.
Si tenemos en cuenta a los niños/as con TEA (Trastorno del Espectro Autista), estos espacios les ayudan a poder regular su alerta, a momentos necesarios de descarga a través de su propio cuerpo.
Porque son espacios donde se pueden relacionar con los otros, pueden expresar y gestionar sus emociones, sus miedos y tensiones, con la seguridad y desde el placer de jugar, sentirse uno más de ese grupo.
La psicomotricidad en la escuela puede llegar a ser el complemento perfecto para el desarrollo de cada niño/a. La importancia de que haya profesionales para poder observar cómo se mueven, qué material utilizan, cómo se relacionan, facilita momentos de relación entre iguales.
Cuando nos referimos al aula/sala de psicomotricidad, debemos pensar en un espacio amplio, con las protecciones necesarias, con material duro, como pueden ser las espalderas, escaleras de madera, rampas para subir y bajar; material blando, como colchones para poder saltar, dejarse caer, esconderse, así como almohadas, telas, etc. Estos materiales, con sus características, permiten jugar, simbolizar, expresar, soltarse, etc.
Los niños/as con TEA necesitan estos espacios donde son observados, acompañados, escuchados, donde el lenguaje que predomina es el del propio cuerpo, que da paso y facilita la organización y conciencia corporal, la percepción de uno mismo, fomenta las destrezas motoras básicas, el lenguaje oral expresivo, la seguridad y la confianza de uno mismo.