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Día Mundial del Duelo Perinatal 2024 | Testimonio en primera persona (1ª parte)

ENTREVISTA
Natàlia Roig: “Ahora sí creo que hubiera necesitado ir a un especialista, pero en aquel momento no quise”

A menudo silenciado, afortunadamente cada vez se habla más del duelo perinatal y de las vivencias de las familias, de las parejas y, en especial, de las mujeres que lo han sufrido. Entrevistamos a una de ellas, Natàlia Roig, actualmente madre de dos hijos, que en el 2015 perdió al bebé que esperaba: Sergi. Después de unos años, ahora se ve con fuerzas y ganas de hablar de esa experiencia tan dolorosa.

¿Cuándo empezaste a notar que algo no iba bien?

Yo estaba embarazada de 7 meses, unas 28 semanas de gestación, y todavía trabajaba. Pero, de un día para otro, noté algo raro. Recuerdo que asistí a una clase preparto y estuvimos con otras madres, nos hicimos un dibujo súper bonito en la barriga, la mía con el nombre de Sergi (que era como se iba a llamar el niño) … Pero en aquel momento yo ya sentía que algo dentro de mi cuerpo no iba bien. Y por la tarde, al llegar a casa, no notaba tanto al niño como en los últimos tiempos, que ya se movía bastante.

¿Qué hiciste?

Llamé a mi hermana, que acababa de tener una hija, y le pregunté si a ella le había pasado. No sabía qué decirme, pero me comentó que a veces se mueven menos… La conversación fue muy corta. Al día siguiente fui a trabajar y al cabo de un rato notaba que algo no iba bien, y le dije a mi responsable: “Ostras, me parece que me voy al médico”. Fui al CAP y cuando le dije a la recepcionista que no notaba al bebé, me preguntó si hacía rato que me pasaba. «Sí, yo ahora estoy asustada y sola», reconocí. Y me recomendó que acudiera al hospital. Cogí el coche y llamé a mi pareja, que estaba trabajando lejos en ese momento, y quedamos en que le informaría de lo que me dijera el médico.

Una vez en el hospital, ¿tú pensabas que habías perdido al bebé?

No. En aquel momento yo soy primeriza y no quiero pensar en lo peor. Al llegar al hospital me hicieron una eco de ruido y yo creo que ellas (ginecóloga, enfermeras) ya debieron ver algo y me dijeron que pasara a otra sala donde me hicieron una ecografía visual. Entonces la ginecóloga, con mucho tacto, me dice: «No hay latido». «¿Cómo que no hay latido?, ¿Qué ha pasado?», le pregunto. “Me sabe muy mal, no hay nada que hacer”. En ese momento me quedé súper en shock. Entonces me dejaron sola un rato por si quería llamar a alguien y recuerdo que fue infernal.

¿A quién llamaste?

Primero llamé a mi pareja, pero no me lo cogía, y llamé a mi padre. También avisé en el trabajo y uno de mis compañeros fue el primero en venir. Luego llegaron mi padre, mi madre, mi pareja y mi hermana. Fue muy duro. Mientras, en el hospital me explicaron que tendrían que inducirme el parto. Y yo pensaba: “Qué es esto, que voy a tener un parto y un bebé muerto…”. Pasamos muchas horas en una sala hasta que me subieron a una habitación en un área muy apartada de la zona de partos, eso lo tenían bien previsto.

Hacia la noche vi que me salía sangre (me asusté muchísimo), notaba cómo unas contracciones y me avisaron de que parecía que ya podrían quitármelo. En realidad, yo desde la mañana quería que me lo quitaran… Y nada, tuve el parto, mientras mi pareja me daba la mano, y nos preguntaron si queríamos ver al bebé, pero dijimos que no. Las comadronas nos insistieron mucho en que nos podía ayudar despedirnos, pero yo sentía una negatividad que no podía… Han pasado nueve años y a veces lo pienso, si debería haberlo visto, pero no me arrepiento.

Me imagino que también tuvisteis que decidir qué hacer con el bebé…

Teníamos unos familiares que llevaban una funeraria y nos dijeron que no nos preocupáramos, que ellos se encargarían de todo. En aquella época no había muchas opciones y decidimos llevarlo a Roques Blanques, en Collserola, donde hay un área en la que nuestro hijo una vez incinerado podía descansar. Mi pareja y yo nos hicimos la promesa de que, si teníamos hijos, cuando fueran mayores y se lo hubiéramos contado, iríamos todos juntos.

En un mismo día te enteraste de que tu hijo había muerto y tuviste que parirlo, todo en cuestión de horas. Me imagino que esto fue un shock muy fuerte.

Yo sólo quería saber por qué había ocurrido y si podría tener más hijos. En ese momento sientes rabia, aparte de la tristeza, y culpa, porque te preguntas si has hecho algo mal, o si es culpa también de los médicos. Es una mezcla de emociones.

Los primeros días me quedé en casa, quería estar en la cama, me tocaba la barriga… Imagínate no tenerlo, pero, además, claro, con puntos como en un posparto. Llorar, llorar y llorar, estar con la familia, que me venía a ver a menudo, con los amigos. La primera salida la hice en Navidad, era una época dura, pero mi pareja y yo, más que quedarnos solos en casa, lo que queríamos era estar con la familia y decidimos ir al encuentro que hacíamos cada año.

Lee la segunda parte de la entrevista: https://bit.ly/484TFLk

Fotografías del archivo de Natàlia Roig

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